Dejan huella por ser predicadores
La orden de los dominicos en el país y la provincia ha sido beneficiosa para la sociedad, ya que por ser predicadores han incursionado en varios ámbitos y en todos, llegando con amor y alegría al transmitir la Palabra de Dios.
La historia da cuenta que a los pocos días que se posesionó como Primer Obispo de Quito Fray Pedro de la Peña, el 27 de abril de 1566, encomendó al Convento de Quito el apostolado pastoral de las doctrina de San Bartolomé de Ambato, Píllaro y Tomavela.
El Capítulo Provincial presidido por el padre Rodrigo de Lara y celebrado en Quito desde el 30 de abril de 1598 elevó la Doctrina de San Bartolomé de Ambato a la categoría de Vicariato, siendo elegido como Primer Vicario el padre Felipe de Ortega.
En el Provincialato del padre Pedro Bedón (1618-1621) se elevó también la antigua doctrina de San Pedro Apóstol de Pelileo a la categoría de Vicariato, siendo elegido como Vicario el padre Domingo de Santa María.
Los Dominicos que atendían en las doctrinas debían conocer muy bien el idioma kichwa; puses, ese era un requisito para hacerse cargo de las doctrinas.
La Vicaría de San Bartolomé de Ambato estaba asentada en los terrenos donde actualmente se asienta el cantón Mocha hasta el terremoto del 20 de junio de 1698 que obligó a ocupar a los Dominicos, juntamente con los moradores de la primera fundación de Ambato, los terrenos donde está actualmente la parroquia de San Bartolomé de Pinllo. A los 14 años de permanecer en San Bartolomé de Pinllo, los Dominicos recibieron en donación los terrenos donde actualmente se desarrolla la labor apostólica en Ambato.
Sólo en 1765, gracias al entusiasmo del padre Juan Ordónez, los Dominicos tuvieron templo y convento construidos con materiales durables y convertidos en ‘relicario y refugio espiritual de Ambato’.
Tanto en Mocha como Ambato, los Dominicos abrieron la escuela y una cátedra de Gramática hasta que los Poderes del Estado se encargaran de la mencionada enseñanza.
El apostolado de los Dominicos en Ambato, Píllaro, Pelileo, Patate, Quero; así como, en Baños, Izamba y Santa Rosa por más de cuatro siglos de presencia en la provincia ha sido el tradicional; es decir, atención cariñosa a los numerosos indígenas, mestizos y criollos que han acudido en búsqueda de consuelo espiritual a los religiosos revestidos con el hábito blanquinegro, ocupados, siempre en despertar y acrecentar la fe en Jesucristo el amor filial a la Santísima Virgen María en la advocación de Nuestra Señora del Rosario y el encendido amor al Santísimo Sacramento.
Esta hermosa historia dominica fue tomada como parte del libro denominado Reseña Histórica de la Diócesis de Ambato (1948- 1998) y que reposa en los archivos de la Curia Diocesana. (I)