Del aislamiento a la anormalidad/ Edison Narvaez Z.
El confinamiento “in house” que nos ha sometido el COVID -19, va dejando secuelas duras en lo económico, en lo social y en ciertos casos en lo psicológico. Mientras muchos indolentes corruptos le roban la plata al pueblo, la mayoría racional ha vuelto a tomar acciones de generosidad para colaborar con nuestros semejantes, volvemos los ojos hacia la economía solidaria y a la reflexión familiar; ciertamente este obligado encierro nos ha servido para valorar más nuestras vidas y vivir de una manera más responsable.
La necesidad imperiosa de reactivarnos económicamente, ha presionado para que las actividades productivas vayan nuevamente tomando forma; sin embargo, para que este empeño sea exitoso, requiere de algo que nuestra cultura ha rehusado siempre: La Disciplina.
Ciertamente la falta de disciplina en el relacionamiento social hace que se torne aún más difícil el reintegrarnos a esta “Anormalidad” a la cual nos toca enfrentar, está llena de incertidumbre no solo por el contagio sino por el desempleo y la escuálida economía.
La realidad post pandemia nos invita a redefinir nuestra vida siempre en armonía con todo lo que nos rodea, y nos obliga a poner en perspectiva muchas situaciones personales, familiares y profesionales.
Algunos hábitos han cambiado como los nuevos usos de la tecnología, la valoración del ahorro y la economía solidaria; esta conciencia colectiva, nos invita a pensar que la humanidad está enfrentándose hacia un nuevo paradigma más humano, sensible y solidario.
La nueva Anormalidad a la que nos enfrentemos será producto del miedo y la desconfianza. El miedo al contagio, y la desconfianza por las nuevas formas contractuales en la relación laboral, por la inseguridad que se evidencia en las calles y por la corrupción que no deja de azotar a este pueblo inerme.
Después de esta crisis, la anormalidad también la encontramos en la macroeconomía, y es el hecho debe concebir un nuevo modelo económico, sentado en dos pilares fundamentales: dolarización y sistema financiero sólido, rompiendo esquemas tradicionales de extrema corrupción y burocracia, con una economía más pequeña que motive la simplificación tributaria y facilite acuerdos con el sector privado que debe ser el motor que mueva la economía. (O)