Democracia en bicicleta / Guillermo Tapia
Cuando la decencia vence al miedo, abandona el orgullo y privilegia el trabajo conjunto, es perfectamente factible: vencer adversidades, superar obstáculos, ceder posiciones y alcanzar-compartir el triunfo.
La décimo octava etapa del Tour de Francia es, con absoluta honestidad, una nueva lección que el ciclista ecuatoriano campeón del Giro de Italia, nos ha puesto hoy a disposición, para que sus compatriotas aprendamos a reconocer y distinguir el valor, la tenacidad, la humildad, el compromiso, la dignidad y el honor, entre tantas otras virtudes y valores que animan al ser humano y que, deberíamos recuperar en el País y hacerlas pan de cada día, a fin de romper -como ha señalado el propio Richard Carapaz- esa suerte de “cultura de la derrota” en la que nos hemos acostumbrado a vivir, “plagada de dudas” e impedida de asumir decisiones con entereza.
El derrotismo, sumado a la zancadilla, al empujón, a la viveza criolla y a esa suigéneris forma de impedir que alguien (que no sea yo) llegue primero, triunfe o gane algo, conocida también como la “ley del cangrejo en la olla”, debe eliminarse de una buena vez, para que abandonemos la ingrata tendencia al inmovilismo y al autoaislamiento participativo. Ausencia de participación que se vuelve perniciosa e incomprensible, de cara a modificar el status quo.
Somos capaces de hacer muchas cosas, de emprender en todas las actividades, de acometer en tantos desafíos cuanta fuere nuestra voluntad de asumir el reto, pero, una década y algo más de apropiación indebida y uso indiscriminado de íconos emblemáticos de la nación, de sustitución de valores por antivalores, de preeminencia de la imposición por sobre las libertades, de un evidente “autoritarismo democrático”, de ruptura de la armonía y el respeto a la experiencia, para dar paso a la improvisación y a la usurpación de la meritocracia… nos volvió incrédulos, débiles mentales y pusilánimes.
Ahora tenemos la oportunidad de cambiar el estado de cosas. De superar el desánimo, la aprensión, el temor, la timidez y emprender el desafío democrático que puede ser y significar el cambio institucional del país, si en verdad estamos dispuestos a hacer algo por nosotros mismos y por los demás. Si de verdad queremos jugar en conjunto, como equipo.
¡Ya basta de tanta queja! ¡Ya basta de tanta ofensa! ¡Ya basta de tanta desvergüenza y abuso!
El País necesita un baño de verdad y la justicia debe hacer su papel. El Ecuador requiere remontar una crisis moral, económica, social y de salud que le permita retomar el rumbo y avanzar a la prosperidad.
Las normas jurídicas que desarrollan los principios constitucionales deben ser trabajadas con ahínco y con sinceridad, sin favoritismos ni petulancias políticas, porque sólo de esa manera, podremos asegurar el equilibrio y respeto de los derechos y las libertades consagradas en la Carta Fundamental, al tiempo de buscar y alcanzar el bien común.
De cara a un nuevo proceso electoral, bien vale -cumplir con los plazos constitucionales y legales- para dar paso, simultáneamente, a las elecciones de abril del año venidero, al pronunciamiento plebiscitario del pueblo en torno a las reformas que se encuentran en trámite y que, apuntan también a un cambio evidente, eliminando un absurdo, imprudente e inoficioso “quinto poder” o Cpccs; revisando la conformación e integración de la Función legislativa y, pronunciándose sobre la autonomía de la Fiscalía General del Estado. Aspectos estos, que han merecido el respaldo ciudadano suficiente para darles curso y que, junto a otras consultas que se advierten como posibles, bien podrían marcar un nuevo derrotero nacional.
Pero lo más importante sin duda es dar la cara. Mirarnos de frente y decirnos la verdad. Participar en los procesos democráticos y sostener incólumes los principios y los valores éticos y morales. ¡Ser y no sólo parecer!
Como se advierte, la pandemia nos ha empujado a reconocer, revitalizar y utilizar, para la movilidad humana, con propiedad y mayor énfasis, a los biciclos, pero también a que, de ellos, de sus usuarios, de sus exponentes y de sus praxis, podamos aceptar sugerencias para reconocer los errores y las disfuncionalidades que cometemos, cada vez que nos ocultamos en la burbuja social y cerramos los ojos para que no nos vean los demás.
Es hora de mostrarse. (O)