Derecho a la indignación

Columnistas, Opinión

La democracia es un sistema que promueve y facilita el ejercicio de la libertad. Es también un régimen político que preserva en todo momento el interés general. Conceptos que deben concretarse en cada caso y practicarlos de acuerdo con los más elementales parámetros de racionalidad. Por todo, ni las libertades son absolutas, ni el interés general es absoluto.


En este contexto de complementariedad y compatibilidad aparece la polémica del escrache, práctica muy antigua que asoma y desaparece. El derecho de manifestación es, en un régimen de libertades, no sólo algo tolerable, sino expresión de vitalidad y compromiso de la sociedad que quiere censurar o criticar aspectos diarios con los que no está de acuerdo; cuestionamientos saturados de razones. Amedrentar, insultar, amenazar personalmente a quien no piensa como uno, por mucha razón que se tenga, es intolerable. No vale todo para todo ni para todos. El fin no justifica los medios.


La verdad es que el mundo, particularmente los países subdesarrollados, vive una época muy compleja en la economía, en lo social, en la política. Período interminable que afecta a hombres y mujeres. Mujeres y hombres que sufren en carne propia una drástica pérdida de calidad de vida. En este contexto, hay legítimo derecho a la indignación. En democracia los medios definen a quienes las practican. La violencia, sea de baja intensidad, de alta intensidad, o de media intensidad, no es aceptable. Hay una razón muy sencilla: las opiniones legítimas existentes en el seno de la sociedad, pueden expresarse por intermedio de la razón. En el escenario de hoy, si se usara más la argumentación sería más fácil desenmascarar las causas de los le negativismos e identificar a sus principales responsables.


La indignación, la manifestación de lo que se piensa, es altamente viable por medios pacíficos. Sin violencia, sin pisotear a los demás, sin amenazas, con libertad, con argumentos, con racionalidad. Los pueblos están sobrecargados de situaciones muy difíciles. Los políticos responsables tienen que apartarse del engaño demagógico y concentrarse en soluciones inteligentes. Las demostraciones de violencia verbal o física no sirven para maldita sea la cosa. (O)

Deja una respuesta