Deshumanizados

Muy a menudo, el ser humano nos maravilla con destellos de nobleza tan deslumbrantes que hacen que el sol se encienda cada mañana: miles y miles de actos cargados de un profundo sentido humanitario, altruismo, desprendimiento y generosidad desafían al corazón más duro abriéndolo de par en par. Somos capaces de construir puentes donde otros cavaron abismos, de sanar profundas heridas con solo sonreír y de encontrar o construir belleza en los rincones más oscuros de la existencia. El humano, a no dudarlo, es amor en esencia.
Sin embargo, en ciertos momentos (muchos, lamentablemente, a lo largo de la historia) una sombra ominosa se cierne sobre nosotros produciendo un cortocircuito en el sentido común, una inexplicable desconexión de nuestra brújula moral que nos lleva a deshumanizarnos y a abrazar la sinrazón. Nos olvidamos de apoyar al bueno, a la víctima, al vulnerable, y en su lugar, elegimos defender al verdugo, al matón, al victimario.
Uno de los casos más icónicos ocurrió el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo terrorista Hamás perpetró una masacre sin precedentes contra civiles israelíes. Hombres, mujeres y niños fueron brutal y salvajemente asesinados, torturados y secuestrados. Y la comunidad internacional, lejos de condenar categórica y unánimemente esta atrocidad, enmudeció o lo que es peor: apoyó abierta y desvergonzadamente a los terroristas. En una palabra, la humanidad se deshumanizó. Y es que, si Israel hubiera cometido abusos en contra de civiles palestinos, lo cual es bastante discutible, no es correcto ni aceptable BAJO NINGÚN PUNTO DE VISTA que aplaudamos una respuesta similar de parte de Palestina y menos aún -MENOS AÚN- perpetrada con la horrorosa sangre fría con la que lo hicieron.
¿Cómo es posible que seres humanos racionales puedan apoyar semejante barbarie? ¿Cómo pueden cerrar los ojos ante el sufrimiento de inocentes y justificar la violencia más extrema? ¿Dónde quedó nuestra esencia de humanidad?
No obstante, si hablamos de procesos de deshumanización, las preguntas no serían precisamente estas porque si hay algo que nos identifica como seres humanos es que somos la especie más inteligente sobre la faz de la Tierra. Hasta ahora. Y es que en unos años el inimaginable tsunami de posibilidades que se vienen con la Inteligencia Artificial (IA) sumada a la computación cuántica se traduce en algo tan aterrador que los teóricos llaman “singularidad tecnológica” que es el punto en el que estas dos superen a la inteligencia humana hasta volverse incontrolable.
La verdadera pregunta resuena entonces con una urgencia escalofriante: ¿la completa deshumanización llegará por nuestros propios medios, como viene sucediendo hasta hoy, o será consecuencia inevitable de la singularidad tecnológica?
En la encrucijada entre el amor y la sinrazón, entre la humanidad y la máquina, la respuesta pende de un hilo, un hilo que nosotros y solo nosotros, podemos decidir cortar o fortalecer para hacer que sobre cualquier cosa prevalezca por siempre una sociedad humanizada. (O)