Desigualdades / Mario Fernando Barona
Cierto día, a María Sanipatín que trabajó de cajera, le faltó una cantidad menor a los mil dólares. La acusaron de peculado y sentenciaron a ocho años de prisión. El presidente Lenín Moreno le acaba de conceder el indulto.
Hace apenas unas horas, esta fue una noticia nacional por todo lo que conlleva, y porque a mi manera de ver, refleja de cuerpo entero lo que el Ecuador en realidad padece y representa: desigualdad, pero no esa desigualdad de cafetín (entre ricos y pobres, dicen) a la que los dirigentes izquierdistas la combaten en cada discurso vestidos con costosísimos trajes Louis Vuitton, relojes Rolex en sus muñecas y un iPhone último modelo en su oreja, sino esta desigualdad, la de la hipocresía, la del doble discurso, la de la picardía, la desigualdad en la justicia de María Sanipatín que por menos de mil dólares la sentenciaron a ocho años de prisión sin medidas cautelares a pesar de su tercera edad y las graves dolencias en su salud, pero a aquellos políticos de mediana edad y excelente salud que se roban por millones, máximo les dictan prisión domiciliaria o grillete, para a renglón seguido permitir su fuga a vista y paciencia de los mismos jueces y fiscales.
¿Sí o no que esta desigualdad es groseramente descarada y cínica? Sepan los fantoches revolucionarios de izquierda que ningún cambio sustancial, ninguna transformación profunda en la sociedad podrá llegar a darse si antes no se destierra para siempre esta desigualdad de los más vivos vs los más tontos y de la que ustedes son protagonistas de primerísima línea como los primeros. Ustedes, que pregonan a los cuatro vientos la justicia social, tienen mucho, mucho que explicarle al mundo respecto a sus coqueteos incestuosos entre la justicia social y la desigualdad ética.
Siempre nos quedamos en los discursos, en la espectacularidad de las cámaras y luces de los medios, pocos se atreven a ir uno, dos o tres pasos más adelante. El presidente Moreno hizo bien en otorgar el indulto, pero al mismo tiempo, debía enviar inmediatamente una reforma de Ley para empezar a sanear tamaña desigualdad que seguramente no contará con el apoyo de muchos legisladores, pero será su intención lo que al final se valore; además, quedarán nuevamente evidenciados los legisladores pícaros que siguen propiciando la desigualdad ética a través de crear Leyes para ciudadanos de primera y de cuarta. (O)