Desmitificando al abogado
La imagen del abogado, moldeada por la ficción y la percepción popular, a menudo se tiñe con matices de cinismo y desconfianza. Nos hemos acostumbrado a que, sobre nuestra profesión, se diga que socapamos delincuentes, que sólo nos importa el dinero y que cobramos por mentir. Sin embargo, esta representación simplista no captura la complejidad y la diversidad de una profesión que, en su esencia, busca la justicia y la equidad.
Los abogados no somos simplemente figuras que persiguen ganancias a expensas de la moralidad, como se nos ha pretendido retratar. Más bien, somos pilares fundamentales de la sociedad, defensores de los derechos individuales y colectivos, y guardianes del Estado de Derecho. Nuestra labor va más allá de las salas de audiencia; trabajamos incansablemente para proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos, desafiando la injusticia y la opresión dondequiera que se encuentren.
Es cierto que el ejercicio del derecho implica desafíos únicos. Las largas horas, el estrés y la presión son compañeros constantes en la vida de un abogado. Detrás de cada caso exitoso hay innumerables horas de investigación, preparación y dedicación, así como la responsabilidad de velar por los intereses de los clientes con integridad y ética.
Entonces, ¿por qué persiste el estigma hacia los abogados? En parte, porque la falta de comprensión y la influencia de los estereotipos perpetúan una visión distorsionada de la profesión. Es hora de mirar más allá de los clichés y reconocer el invaluable servicio que los abogados prestamos a la sociedad.
Es momento de desterrar los prejuicios y reconocer la importancia vital de los abogados en la preservación de la democracia y el estado de derecho. Detrás de cada toga y maletín hay seres humanos dedicados a hacer del mundo un lugar más justo y equitativo para todos. (O)
alvaro.sanchez2012@gmail.com