Despertar a tiempo
Por el desgraciado camino del egocentrismo, no sólo la vida común del día a día se va haciendo cada vez más difícil, gracias a la seguidilla de faltas de consideración -a veces graves- hacia los demás, hechas mas o menos a sabiendas, sino que como se dice, se puede llegar al extremo de negarle subjetivamente la existan, desagradan, o intentan amenazar nuestro sacrosanto e inapelable arbitrio.
Es por eso que el nacido indeseado es reducido a la calidad de tejido biológico, o que aquello que ya no están a la altura de lo que esperamos (para beneficio propio, por supuesto), son considerados vidas sin valor. Es cosa de detenerse en el peligroso concepto de “calidad de vida”. Concepto que se ha ido expandiendo cada vez más, para darnos cuenta de ello.
Y la razón es muy simple: porque si cada uno se centra en su propio yo, la mirada respecto del mundo y de los demás no solo sufre una peligrosa subjetivación, al carecer de puntos fijos de referencia, sino que incluso llega al punto de coincidir esa realidad deformada por el egocentrismo enfermizo, con lo que el sujeto quiere o desea.
Por esto, y volviendo a la nación de ‘calidad de vida’, siempre serán unos (los más Tarzanes, los sanos, los poderosos) quienes decidirán, respecto a los otros en atención a lo que ellos estimen importante.
Así las cosas, no nos extrañemos que nos convirtamos en extraños, incluso en enemigos entre nosotros. Si lo que predomina en la sociedad, ni tampoco la vida individual de sus miembros, puede llegar a buen puerto por ese camino.
… Salvo que todos, -el suscrito inclusive- flacos, gordos, omotos, altos, erectos y medio chuecos, pero sobre todo sinceros, honestos, despertemos a tiempo y actuemos decididamente para transformar la suerte de Roma… sin romanos. (O)