Diciembre:  Acelera el consumo, entorpece la reflexión

Columnistas

Diciembre marca la temporada de mayor dinamismo en el consumo debido a las celebraciones navideñas, el fin de año y los ingresos adicionales como el décimo tercero, aguinaldos y bonos navideños que incrementan el poder adquisitivo de las familias; con ello, las fuerzas de la oferta y la demanda convergen en un mercado agresivo e inundado de productos y servicios.

Efectivamente, el consumo sinónimo de gastar llega a su máxima expresión en éste mes, de hecho el gasto familiar se dispara de una manera incontenible, pues celebrar la navidad se ha posicionado en la mente de la gente como una fecha para hacer compras, e incluso nos olvidamos de los precios altos; más aún la publicidad, la promoción, el «Black Friday» que se extiende hasta diciembre; impulsan el deseo incontenible de la gente por comprar y gastar;  olvidándonos que hace un tiempo atrás la Navidad tenía un enfoque diferente, quizá más centrado en la convivencia familiar, la espiritualidad y las pequeñas tradiciones. La Navidad no estaba tan marcada por el estrés de las compras; éramos más felices celebrando la navidad con decoraciones y celebraciones más simples y espontáneas.

Padres de familia (y abuelos) sometidos a la presión de los hijos, no les queda otra alternativa que demostrar lo mucho que los quieren a través de comprarles curiosos objetos, los amigos secretos obligados a demostrar su amistad a través de un regalo, pues ya no es suficiente una sonrisa o un abrazo; nos olvidamos de que el mejor regalo puede ser escucharles y dedicarles su tiempo, reflexionar en lo que realmente importa y dar gracias por ello. Desafortunadamente, se da más importancia al acto de recibir que al de dar desde el corazón.

Ciertamente que la globalización ha transformado las dinámicas culturales; poco a poco ha impuesto lo que denominamos la “sociedad consumista”, en donde el Marketing es el motor que mueve a esta generación de compradores compulsivos; mas aún muchas personas gastan mas de lo que pueden, y quienes no pueden participar en este ciclo consumista se sienten marginados o excluidos.

Evidentemente existen muchas herramientas que “ayudan” o facilitan la ansiedad de compra como el dinero plástico (tarjetas de crédito), y las transferencias desde el teléfono; estas vienen a ser una especie de identificación solvente para el individuo y hasta nos sube el ego; no obstante, quienes no tienen la capacidad de administrar sus ingresos y de auto controlar sus impulsos, corren el riesgo de adquirir un endeudamiento extremo con las subsiguientes consecuencias.

¿Será posible inducir un consumo responsable y una revalorización de las tradiciones familiares y espirituales? Complicado mientras la presión social, la inmediatez y el ritmo de vida acelerado no permitan una educación en valores. Iluso como soy creo que la solidaridad, la reflexión y la ética pueden venir desde la familia. (O)

Deja una respuesta