Dimensionemos los hechos
Jamás, ni en los más remotos sueños, imaginó nadie que un joven y de apariencia débil presidente Daniel Noboa sería capaz de ordenar la irrupción de la fuerza pública en territorio diplomático extranjero, pero lo hizo. La noche del viernes 5 de abril policías encapuchados asaltaron la embajada de México en Ecuador y se llevaron detenido al exvicepresidente Jorge Glas quien huyendo de la justicia se escondía allí cobijado por las autoridades diplomáticas de ese país. Un acto inédito y atrevido que sin duda marca un antes y un después en la historia diplomática del Ecuador. Pero hay más: meses atrás el mismo Noboa se atrevió a llamarles terroristas a los grupos narcodelictivos asentados en el país y a declararles la guerra. Otro hecho igual de audaz y osado que junto con el anterior hablan por sí solos de los arrestos del presidente Noboa.
No obstante, desde el punto de vista de la política internacional y la técnica jurídica asaltar una embajada siempre será un error y un exceso, por lo que, decir que las consecuencias que podrían devenir ante semejante violación son gravísimas es poco. Pues, afrontémoslas porque como lo dicta la dignidad del hombre decente: a veces, las consecuencias de hacer algo son preferibles a las consecuencias de no hacer nada, además, ninguna consecuencia sería más humillante como agachar la cabeza ante delincuentes.
Dimensionemos los hechos. Políticos corruptos se juntan con narcotraficantes; la narcopolítica compra jueces; asambleístas mandan a matar a personajes incómodos; líderes narcos pagan para liberar a políticos que se encuentran presos en celdas VIP – AAA; gobiernos corruptos, como el mexicano, que los coluden acogiéndolos en sus embajadas; organizaciones políticas que persigue únicamente la impunidad de sus líderes prófugos y sentenciados; y estos últimos limitándose a negarlo todo; etc. etc. etc.
La pregunta entonces sería ¿Debíamos dejar que Glas escape? ¿Hasta cuándo el Ecuador va a seguir siendo humillado por un puñado de maleantes vestidos de terno y corbata? ¿Cuál debería ser el detonante final para que algún gobierno reaccione con entereza? ¿Por qué los malos sí pueden excederse 24/7 sin mayores consecuencias y el Estado no debería sobrepasarse ni una sola vez, aún motivado por un propósito digno y soberano?
Ya tuvimos suficiente de titubeos y medias tintas, a veces, salirse de la norma con un buen ‘correazo’ endereza las cosas, por lo que, condenar al Estado ecuatoriano por haber ingresado a la fuerza a una embajada cómplice del narcotráfico a sacar a un criminal escondido es hacerle el juego a la narcopolítica. Por eso, si usted es honesto, decente y tiene dignidad apoye al presidente, apláudalo, motívelo, no lo abandone, hacerlo sería darles la razón a los narcos.
Si tanto exigíamos un presidente con temple y pantalones bien puestos, helo allí. (O)