Dolarización a la ecuatoriana

Quienes le dejaron, el 2017, al Banco Central con 8.000 millones de bonos, en lugar de dólares, anuncian que la dolarización, a secas, debe transformarse en dolarización a la ecuatoriana, con más ecuadólares, que provendrían de una porción de los dólares depositados por las entidades financieras públicas y privadas en el Banco Central. De ese modo, el gobierno utilizará los ecuadólares para proyectos sociales y, seguramente, pagos de deudas pendientes. Tal anuncio ha provocados escalofríos, dado que, nuevamente, el dinero de privado sería empleado para programas gubernamentales, de cuestionable eficiencia social.
Esos 8.000 millones fueron acreditados por el Banco Central en la cuenta única del tesoro, como si se tratara de préstamos al gobierno, aunque, en estricto sentido, era una emisión. El gobierno, por su parte, le entregó bonos al Banco Central. Con esas operaciones las reservas internacionales cayeron. A Moreno, Lasso y Noboa les ha correspondido sanear esa monumental deuda. A pesar de los esfuerzos, actualmente el gobierno estaría adeudando unos 5000 millones de dólares. Las reservas internacionales deberían bordear los 12.000 millones, esto es, el monto de los dineros de las entidades públicas, como los municipios, y de las entidades financieras privadas. Sin embargo, fluctúan por los 7.000 millones.
La dolarización han dicho algunos economistas serios no puede ser un objetivo nacional. Según ellos, ¿de qué sirve la dolarización si la economía no crece, si no se pueden pagar las jubilaciones, si están colapsados los servicios públicos?. Señalan a El Salvador y al Ecuador como dos economías dolarizadas con las tasas más bajas de crecimiento de Latinoamérica, y a un sólo país dolarizado, Panamá, como ejemplo exitoso. Ubican a dos países con moneda propia como símbolos de crecimiento, Chile y Uruguay. Se olvidan que la dolarización es más que una moneda o un billete en Ecuador. Es el lugar donde está depositada la confianza ciudadana para desarrollar sus actividades económicas. Preservarla sí debería ser, por consiguiente, un objetivo nacional.
La posibilidad de seguir trasladando recursos del Banco Central al gobierno, a cambio de bonos, no sólo menoscaba esa confianza sino que pone en riesgo los depósitos de los ciudadanos especialmente en las entidades financieras privadas. Y lo más grave, queda expuesta a la dolarización. A lo largo de 25 años ha sido un seguro contra los gobiernos irresponsables, más allá que la economía crezca o no. (O)