Don Manuel Moreno y Ollo, traficante de “chinitas” de Manabí. 1752
Merece nuestra ingrata recordación el General don Manuel Moreno y Ollo, quien por 1752 era Visitador de Manabí, cargo que lo ejercía desde Guayaquil. Según el documento que estamos analizando, ha quedado descrito como un extorsionador a los indígenas, además de ser un abusivo cobrador de viáticos y comisiones: pues a más de lo que le pagaba el Gobierno, resacaba de los indios que tenían que darle una gallina y un estipendio económico por haberse hecho presente en esos lares: “en algunos pueblos les impuso el precio de 6 reales con el título de serle debidos por los derechos de visita”.
Hay muchos milagros contados sobre este General Moreno. Quien lo denuncia y lo enfrenta es el Dr. Don Francisco Xavier Ruis Cano, Cura y vicario del pueblo de Jipijapa. En lo puntual la denuncia dice: “De que se siguieron muchas extorsiones así a algunas viudas, como a gran parte del común atento a que los jueces indios, así como se veían violentados, también violentamente los pensionaron a la contribución: siendo lo más sensible el haber mandado recoger a todas las chinitas guérfanas para llevárselas a Guayaquil, como en efecto excluidas algunas pocas que conseguí dejara, las demás se las llevó sin que bastasen las lágrimas de sus deudos para que las dejasen, estendiéndose el sentimiento a todo el pueblo, y como cosa tan estraña y que nunca habían experimentado les hacía más vivo el sentimiento: particularmente con la noticia que después se tuvo de haberlas repartido en dicho Guaiquil para que siviesen a diferentes personas, y dos de ellas las remitió hasta Lima, habiendo executado lo mesmo en el pueblo de Montecristi, sobre cuyo asumpto se dice que castigó severamente a un indio. Y porque conste di la presente a petición verbal del Gobernador de este dicho pueblo de San Francisco de Ligua, y de Antonio Soledispa, cacique en dicho pueblo de Jipijapa en 20 de diciembre de 753.”
Otro ángel de la guarda de los indígenas, según el expediente, es “El Protector fray Mathías de Molina, de Real y Militar orden de Nuestra Señora de las Mercedes, comendador del convento de la ciudad de Portoviejo y curateniente del pueblo de Picoasá”. Además, este fray Molina expone “y últimamente alegando dominio en las indiecillas huérfanas para llevárselas y servirse de ellas, ciertamente se llevó dos del pueblo de Manta y algunas del pueblo de Gipijapa, las que se mantienen todavía en Guayaquil sirviendo, habiendo remitido dos para la ciudad de Lima para el mismo efecto,”
Al parecer, por lo menos en los papeles, esta historia tuvo un final feliz porque la sentencia dice “Líbrese Real Provisión con fuerza de sobrecarta para que el Corregidor de Guaiaquil, en cumplimiento de las provisiones y despachos antecedentes executados y cumplidos por los otros corregidores, vuelva y restituya a los indios del pueblo de Xipixapa todo lo que les hubiere cobrado para su manutención en la visita que debe hacer a su costa, y reponga las indiecitas huérfanas que sacó de los pueblos en poder de sus parientes que las tenían en guarda, Y todo lo cumpla pena de 1000 pesos y se comete al nuevo corregidor de la ciudad y por lo respectivo a los tenientes les hará guardar y cumplir las dichas provisiones antecedentes en orden a los correos y se condena en costas al Corregidor. (Hay 6 rúbricas)”. De entre los firmantes extraigo este nombre que tiene para nosotros mucha repercusión histórica. Lo firmó: “en la sala del Real Acuerdo de justicia della don Juan Pio Montufar Caballero de la Orden de Santiago y Marqués de Selva Alegre, Presidente Gobernador y Capitán General de esta provincia…” (O)