Don Naza y Don Rafa / Mario Fernando Barona
La moral y la decencia son solo un referente y no constituyen una pauta de conducta estandarizada y ortodoxa de lo que debería ser aceptable o correcto para el ser humano. Esto ocurre porque su escala de valores opera discrecionalmente en cada sociedad, cultura y región del mundo, e incluso -aquí lo lamentable- de acuerdo también con las circunstancias y conveniencias del momento.
Hace ocho días en Quevedo, provincia de Los Ríos, las autoridades tuvieron que intervenir apresuradamente para evitar que más incautos caigan en las redes de un tal Miguel Ángel Nazareno quien se dedicó a captar dinero de forma ilegal ofreciendo ganancias del 90% en solo una semana. Lo lógico habría sido, de acuerdo con la moral y la decencia, que el pueblo agradezca esta acción policial que prevenía una segura estafa masiva, pero lo que sucedió fue que salieron a las calles a enfrentarse con la policía y a proteger a su ‘Ángel – Nazareno’.
Y es que aquí, en el país de los sinsentidos, se le reza a dios y al diablo con la misma devoción. Aquellos que se indignan cuando una financiera no autorizada les roba su plata (hay varias experiencias anteriores) serían quienes hoy defienden con uñas y dientes al mismo estafador. Por eso, y bajo esta misma lógica de doble moral, no debería sorprendernos entonces el importante apoyo electoral que aún mantiene una mafia política liderada por el prófugo Rafael Correa que en su momento le hizo tanto daño al país. Dicho sea de paso, los dos, Don Naza y Don Rafa, operan de forma muy parecida: se ganaron la voluntad popular vendiendo la ilusión de transformar vidas, manejaron un montón de dinero ajeno a su antojo y capricho, aparecieron como Mesías, repartieron dádivas, y finalmente, mientras el uno robaba y/o permitió que roben durante diez años procurando no dejar rastro, el otro estuvo a punto de hacerlo de un solo tirón.
Así, a la moral y a la decencia las alentamos unas veces y las desconocemos en otras, como en estos casos, cuando de por medio hay dinero fácil, cargos en el sector público, bonos, o simplemente efectivos adoctrinamientos.
¿Cuál es entonces la causa que provoca tantos y tan desvergonzados arrebatos de apoyo a la deshonestidad en todo tipo de personas? Pues, más allá de una moral tan diversa cual carta de vinos, el desoír a la conciencia y al sentido común, que no miente y es universal, provocaría una estructura moral débil y permeable.