Doña Marlene
La semana pasada una noticia me estrujó el corazón. Un video muestra a una reportera con el agua hasta la cintura en la puerta de una vivienda muy pobre transmitiendo los estragos de la inundación en Esmeraldas provocada por el desbordamiento de seis ríos. La acompaña Doña Marlene, dueña de la casa y damnificada por el siniestro.
La chica, mientras mira a la cámara, informa de la grave situación de los moradores de ese sector que lo han perdido todo, que no tienen para comer y que están vestidos con la misma ropa desde hace varios días. De pronto, Doña Marlene se abre paso hacia el interior de la vivienda con la dificultad de caminar por el agua que supera el metro de altura y sale enseguida con un manojo de plátanos para regalárselos a la reportera. “Sírvase estos guineítos”, le dice. La chica agradece asombrada y rompe a llorar.
El sentido llanto de la reportera no es para menos porque jamás imaginó que alguien como su entrevistada que de por sí vive una situación económica muy difícil, soportando además la implacable arremetida de la naturaleza y siendo ella la víctima y debiendo ser quien reciba ayuda, obsequie de lo que no tiene. Pregunto yo ¿quién no habría llorado?
Desconozco si Doña Marlene profesa alguna religión, tampoco conozco su nivel de escolaridad, estado civil o si tiene hijos, seguramente no tiene trabajo fijo y mucho menos sé si es correísta o anticorreísta, la verdad, no tengo la menor idea de quién es, pero no hace falta porque a pesar de que no sé nada de ella, sé todo de ella y es que lo único que realmente merece la pena conocer de una persona es su corazón y esta humilde mujer en cuestión de solo treinta segundos nos lo abrió completamente.
Ese pequeño gesto dice mucho no solo de ella sino de la humanidad entera porque nos permite confirmar el hecho de que aún hay gente noble y sana en quien confiar; nos devuelve la esperanza de legar a las futuras generaciones un mundo más justo y más humano y desde luego, nos da una lección de verdadero amor y desprendimiento. Valores todos ellos que deberían ser aprendidos y practicados por la mayoría de políticos corruptos que aparecen en campaña solo para aprovecharse de estas mismas desgracias con descarado aspaviento por su “generosa dádiva” y sin dejar escapar la ocasión, además, para victimizarse por una inexistente persecución; sí, victimizarse, ellos; habrase visto. Sinvergüenzas.
Ventajosamente, personas como Doña Marlene abundan en el mundo, lo que pasa es que suelen preferir el anonimato, que es como habla el corazón de estos preciosos seres humanos. Por mi parte, hago votos porque Dios haga lo suyo cuando dice: El que da recibe dos veces. (O)