Montalvo y la Juventud / Lic. Mario Mora
“Juventud, sed libres buscando siempre el bien común, propendiendo de continuo a levantaros más y más por medio del trabajo y cultivo de la razón y el corazón”.
Juan Montalvo
El gran maestro puso siempre su fe, su esperanza y su amor en los jóvenes, sobre todo en sus estudiantes porque estaba seguro que sus enormes energías en crecimiento, bien dirigidas por los caminos de la acción y la virtud, podían sacudir los cimientos de castillos despóticos y hasta hacer temblar al mundo carcomido por las infamias.
Montalvo fue un sembrador para la juventud; cultivó la luz en las ideas de libertad, de rebeldía, de hombría de bien. Mostró su ejemplo para decirles a los jóvenes que los méritos triunfan sobre las envidias y los enconos; les demostró que las voluntades robustas siempre vencen los obstáculos de la naturaleza o de los hombres; para enseñarles que nacieron libres y que tienen que vivir para la libertad, detestar la tiranía y la opresión. Y pretende convencerles de que su futuro no podrá conquistarse sino cuando los jóvenes sean leales a las palabras que pronuncien y a los anhelos que aman. Si su palabra es libertad, deben guardarle respeto. Y si sus anhelos son los de servicio al pueblo y a la democracia, tienen que ser firmemente leales para forjar sólidamente su destino.
Por esto que no concebimos que entre la juventud se hable de libertad y se practique la intolerancia; se hable de libertad y se practique la incomprensión; se hable de libertad y se viva en el caos, en la confusión; se hable de libertad y se practiquen pasiones negativas.
La libertad es un valor constructivo –decía Montalvo-.
La libertad no es ni puede ser fraseología negativa, si es preciso morir por lo que amamos pues que así sea para demostrar lo mucho que vale la libertad cuando un hombre sabe sucumbir por ella.
Este es el Montalvo que aprendimos a respetar y admirar desde niños y que en nuestra juventud es una luz y una meta de esperanza.
Tenemos que mirar a la comunidad como una unidad moral, social, humana, en donde predomine la unión, el trabajo, el esfuerzo, una comunidad sin ataduras de la vanidad, el egoísmo, la voracidad, el irrespeto. Sólo así, podremos legar a la juventud, el mundo que Montalvo soñó, un mundo en el que los jóvenes pueden conducirse por cauces del espíritu, por las manos del progreso y por la ventura de la patria. (O)
Tomado de: Manual para la Cátedra Montalvina.