Ejemplos históricos

Columnistas, Opinión

En la Guerra de Vietnam, el servicio de inteligencia de los Estados Unidos informó a la Compañía Charlie unidad del ejército americano que en la aldea Mylai estaba el batallón 48, enemigo, integrado por 280 hombres. Aunque el número de soldados vietnamitas duplicaba el número de americanos, Ernest Medina, capitán de la Compañía Charlie, creyó que el factor sorpresa jugaría papel decisivo en la liquidación de la fuerza hostil. Cuando el primer pelotón, liderado por el teniente William F. Calley, entró en Mylai, no encontró soldado alguno. Sin embargo, Calley ordenó disparar contra la población civil. Más de cien hombres, mujeres y niños fueron asesinados. La masacre conmocionó al mundo.

El reclamo de justicia contra los «caniceros» de los inocentes de Mylai fue universal. El teniente William F. Calletano fue juzgado y sentenciado a pena de prisión por una corte marcial.

En ese estado de cosas, la revista Times publicó detalles de la matanza, datos atribuidos a un soldado yanqui que aseguró «haber visto al capitán Ernest Medina disparar a un niño que estaba rodeado de cadáveres, incluido el de su propia madre». En la misma edición, Times publicó una inquietud considerada extremadamente «dañosa» por los abogados de Medina;”…

hasta aquí, el más grande misterio es por qué no se ha establecido, acusaciones contra Ernest Medina, capitán de Calley, quien jugó rol decisivo en la matanza, de acuerdo con los relatos de números soldados.”

Los abogados de Medina demandaron a la revista Times por difamación. La demanda reclamó 10 millones de dólares por daños compensatorios; y 100 millones de dólares por por perjuicios punitivos. (La legislación gringa establece que en un juicio por difamación, la persona perjudicada puede cobrar daños compensatorios por pérdida de ingresos y agravio a sus sentimientos. Los daños punitivos son castigo contra el causante de la maldad).

El juez desechó la demanda bajo el criterio de que la parte acusadora no había podido demostrar «malicia verdadera» en la publicación de la revista Times. Punto final. Cuando un juez no permite ni siquiera «iniciar» un juicio, la parte acusadora no tiene otro recurso al cual recurrir. El punto final es punto final.

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