El aborto de siete meses / Paúl Viteri Albán
Cuando hace unos días, a la comisión de justicia de la Asamblea Nacional se le ocurrió la brillante idea de fijar un máximo de veinte y ocho semanas; es decir, siete meses de gestación para que una mujer se practique un aborto por violación, llegue a pensar incluso que se trataba de una broma de mal gusto, claro esto fundamentado en que no hace falta ser médico para saber que un niño o niña con ese tiempo de gestación tiene absolutamente todos sus órganos formados.
¿Pero que podíamos esperar al respecto? Si en este país del replay, contamos increíblemente con instituciones públicas abortistas, un claro ejemplo es una corte constitucional en donde justificados por una supuesta progresión de derechos, dejaron la puerta abierta para que irracionalidades jurídicas como está, hoy sucedan, o también con una defensoría del pueblo que es capaz de presentar un proyecto de ley direccionado a justificar el cometimiento de un crimen, estableciendo este como parte de una supuesta reparación, para el cometimiento de otro. Es decir “alguien me violento, y la solución es violentar a otro que por cierto es inocente”.
Es indispensable que nuestro país jamás olvide estos nombres, en primer lugar, el presidente de la comisión de Herodes Alejandro Jaramillo, Johana Moreira, Dina Farinango, Gissela Garzón, Yhajaira Urresta y José Agualsaca. Este es el grupo de Asambleístas que con su voto se convirtieron en cómplices de este circo jurídico; y sobre todo, el que al parecer a estos idiotas jamás les dijeron que con siete meses de gestación un niño o niña sufre cambios drásticos en su estatura y peso, respira, tiene hipo, duerme hasta alcanzar la fase REM, escucha, siente, percibe olores e incluso interactúa físicamente con su madre dando pataditas.
Está completamente demostrado que lo del famoso orden mundial de la ideología de género, destrucción de la infancia y de la familia ¡no era una broma!… Y que todo este supuesto movimiento pro derechos en donde aparentemente se buscaría que la mujer decida, la sociedad se silencie y el estado garantice o se convierta en cómplice, se encuentra financiado por poderosas organizaciones delictivas que no ven al aborto más que como un jugoso y rentable negocio, que a partir de un supuesto y encubierto apoyo, terminaran acabando con la vida de un inocente.
En muchas ocasiones he sido frontal, directo y sobre todo crítico ante varias de las decisiones tomadas por el presidente Lasso, como por ejemplo el entregar precisamente la comisión de justicia de la Asamblea Nacional a quien no tiene idea de lo que se trata; y, hoy actuare de la misma forma si toma una decisión correcta, por lo que aplaudo el anticipado anuncio de veto presidencial de Guillermo Lasso a esta inmundicia legal, demostrando que cuando el “derecho y la justicia tengan un conflicto, siempre hay que elegir a la justicia”. (O)