El apostolado de la política

Columnistas, Opinión

Esta columna va dedicada a todos los jóvenes que, pensando que la actividad política son fotos, poder y reconocimiento, salen decepcionados de los movimientos y partidos políticos debido al esfuerzo y entrega que esta actividad exige, además de lo ingrato que es.

La imagen que proyecta la política puede ser, de alguna forma, llamativa para ciertos jóvenes que se sienten atraídos por las cámaras, el poder, el reconocimiento y la cantidad de atención que recibe una figura política de trascendencia. No obstante, la esencia de la verdadera política ni siquiera se acerca a esta imagen. 

La política está en cada actividad que, sin recibir reconocimiento alguno, realizamos en nuestros barrios y en nuestras parroquias para mejorar la calidad de vida de los vecinos: exigir que se pavimenten vías antiguas, gestionar mejoras en el servicio de alcantarillado y agua potable, organizar a todos los vecinos para alcanzar acuerdos sobre cuestiones que afecten a todos, entre otros.

La política también es procurarse una profunda preparación académica que le permita tener mejores capacidades para servir a los demás. No se excluye, tampoco, del trabajo político, el estudiar y conocer las necesidades del barrio, de la ciudad, de la provincia y del país, sin que apasionamientos y subjetividades impidan generar soluciones efectivas y prácticas.

En definitiva, la política es todo aquello que no se ve: el trabajo dedicado que exige una entrega enorme que, en ocasiones, toca el bolsillo de uno mismo, se destruyen familias y se viven situaciones que al político le impiden vivir una vida normal. Por ejemplo, el ex presidente León Febres-Cordero vio cómo su matrimonio se destruyó después de su período presidencial debido a causas directamente relacionadas con la falta de atención a su hogar por las graves situaciones que vivió durante su presidencia. Otro ejemplo histórico es el de Gabriel García Moreno, quien, siendo presidente, puso, de su propio peculio, parte del dinero para construir el Colegio de Ambato (ahora, Colegio Bolívar).

Veo, con cierta tristeza, que en algunas organizaciones sociales se cometen los mismos pecados, privilegiándose la “novelería” de las fotos y los eventos vacíos antes que el trabajo y el esfuerzo sacrificado en favor de quienes deberían ser los verdaderos beneficiarios.

Debemos ver la política como un auténtico “apostolado” donde uno renuncia a todo para entregar su contingente intelectual, físico y económico a una actividad donde el único rédito al que se debe aspirar es la satisfacción de haber trabajado por cambiar la vida de nuestros coterráneos. (O)

alvaro.sanchez2000@hotmail.com

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