EL CÍRCULO VIRTUOSO DE LA INTELIGENCIA / Mario Fernando Barona
Crecimos con la premisa de que los humanos somos animales racionales, y es cierto, ningún otro animal está en capacidad de pensar, crear y razonar con la agudeza propia de quien lee estas líneas. Pero esta caracterización que nos distingue entre los seres vivos se vuelve discutible cuando nos comparamos con los impresionantes ordenadores cuánticos y los asombrosos robots humanoides que ya se están fabricando. Competir con máquinas que procesan 500 mil millones de operaciones por segundo -como la increíble Blue Gene de IBM-, es simplemente imposible. De allí que algunos escritores de ciencia ficción afirman que quizás los robots lleguen algún día a ser más listos que nosotros, pero nunca serán capaces de llorar.
Y he aquí lo que en esta época digital debiera masificarse como la nueva premisa en escuelas y colegios: ya no somos solo raciocinio, sino que nuestra distinción como humanos radica además en la capacidad emotiva. Sentir amor, rencor, celos, temor, miedo, vergüenza, ira, pena, orgullo, alegría, etc. ha sido parte fundamental de un proceso evolutivo de millones de años que nos ha permitido ir afinando percepciones, comportamientos y consecuentemente inteligencia.
Tan importantes son las emociones que el neurólogo Antonio Damasio, famoso investigador de larga data en el campo de la neuro plasticidad, afirma que si vivir con emociones puede resultar difícil, hacerlo sin ellas es un infierno, hecho comprobado en pacientes con lesiones cerebrales quienes tenían roto el vínculo entre la parte pensante de sus cerebros (la corteza cerebral) y el centro emocional (la amígdala cerebral). Para estas personas hacer una simple elección en una compra es una pesadilla porque al no poder expresar emociones les da lo mismo elegir una cosa u otra, es decir todo tiene el mismo valor. Estas personas “saben, pero no sienten” dijo Damasio.
El dar valor a algo (decir que esto me gusta más que lo otro) es expresar una emoción y ese proceso que, aunque parezca sencillo involucra muchas aristas, finalmente desarrolla inteligencia. Visto así, el círculo virtuoso de la inteligencia quedaría entonces de la siguiente forma: las emociones fomentan valores que a su vez desarrollan inteligencia, inteligencia que se nutre de emociones; en otras palabras, un súper computador puede llegar a ser extremadamente eficiente o ‘muy listo’, pero difícilmente inteligente porque para serlo debe sentir.
Con esto se explica claramente por qué los políticos corruptos usualmente son también los más bobos y es que al no expresar emociones como la vergüenza, la culpa o el arrepentimiento, carecen también de valores (saben que roban, pero les da igual) y consecuentemente como lo insensible es contrario a la inteligencia, pues, de ahí lo brutos. Y si por allí sobresale alguno que aparenta inteligencia, no hay que confundirse, porque aquel no es más que un listillo que al igual que un frío computador lo único que ha desarrollado es simplemente alguna habilidad.