El clima en las grandes ligas / Luis Fernando Torres
Glasgow fue el escenario para la gran liga del clima. Los líderes de los países más prósperos, equipados con datos sobre el calentamiento global, desplegaron sus habilidades para apoderarse de la bandera del clima y ondearla como si fueran los llamados a defender la tierra. Con su discurso ambientalista penetraron en el alma de los que creen que las grandes potencias están dispuestas a abandonar los combustibles fósiles y dejar de crecer.
Biden y Johnson fueron los más notables actores, con sus compromisos falsos, de corte más bien populista, anunciados a sabiendas que Estados Unidos y el Reino Unido no van a cometer el error de la mayoría de países europeos, donde se han cerrado centrales nucleares, se ha restringido la explotación hidrocarburífera, el carbón se ha convertido en pieza de museo y la movilidad cada día depende más de la electricidad. Los españoles son víctimas de esos errores, con altísimas facturas de electricidad.
Los gobernantes de Rusia y China no asistieron a la cumbre de Glasgow. Al menos, fueron más sinceros. De ese modo, enviaron la señal que ellos seguirán el camino que ha permitido el crecimiento de la economía de sus países, con resultados tan significativos que Rusia ha llegado a ser el proveedor de gas natural y electricidad de los países europeos, mientras China continúa en la búsqueda de la autosuficiencia energética con la construcción de centrales nucleares y la explotación intensiva de hidrocarburos.
Es extremadamente costosa la aventura ambientalista. En el Acuerdo de París, del 2015, las potencias occidentales ofrecieron 100 billones de dólares a los países en desarrollo para que apliquen la agenda ambiental. En Glasgow discutieron la posibilidad de financiar la sustitución energética en los países con economías medianas y pequeñas, con la transferencia de 1.3 trillones de dólares. Los países pobres jamás verán esos recursos.
Por ello, países como Ecuador no pueden caer en la trampa de las ofertas ambientales. Deben seguir la inteligente ruta trazada por los líderes de la India, quienes no van a sacrificar el desarrollo de su sociedad en beneficio de objetivos establecidos por países que, en el pasado, utilizaron el carbón y los combustibles fósiles para desarrollarse.
La agenda climática condenará a los países en desarrollo a no poder desarrollarse aceleradamente. Tan marginales son en las decisiones ambientales que en la gran liga del clima ni siquiera pueden entrar a la cancha. Desde los graderíos sólo les está permitido aplaudir. Y con aplausos no se progresa. La defensa del clima tiene que hacerla cada país según sus posibilidades. (O)