El dispendio de la Ego-Ciencia / Guillermo Tapia N.
La vanidad, confrontada con la verdad, indefectiblemente lleva a una suerte de verificación cruzada de lo absurdo con la obsecuencia. Y no se detiene ni siquiera en el umbral de la duda, ¡no!, avanza raudamente hacia el impacto. Con locuaces frases sin sentido, hilvanadas en la oscuridad de la noche y expuestas a la luz del día, como queriendo contagiarse de su brillo y asirse de su calor, han sido entregadas como agua en cascada, sin saber siquiera el tamaño del salto y menos, el golpe y huella de la caída. Algún día el abismo insondable de la suerte, nos hará ver cuan inmaduros somos frente a la vida y cuan limitados frente a la muerte. Pero la urgencia, busca y tiene una respuesta funcional y directa.
O al menos debería, sin la necesidad de esperar más tiempo que el indispensable para hacerlo. En este sentido, si bien la pertenencia y el comportamiento natural de la población, nos vuelve más o menos vulnerables, dependiendo de la exposición y del mayor o menor riesgo que se corra, la demanda institucional de la urgencia, sobrepasada por la realidad -cuando ya tiene una evidencia como respuesta- debería guardar correspondencia con aquella, pero no. Termina por expresarse de manera inversamente proporcional, como si la falta apremiante planteada hubiese sido apenas una forma sutil para ganar tiempo, mientras en la práctica, se construía una decisión diversa y distinta a la respuesta buscada, para la cual nunca se estuvo preparado y se la adopta como parte insustituible del aparataje vinculado a la duda existencial en momentos de crisis. Y entonces el dilema de ¡ser o no ser! se vuelve parte de la ecuación de la existencia y de la vida. Y claro, el ego se consulta y se responde. Al final, ¡no se puede negar quien es quien!. Hacerlo, significaría declararse muerto en vida, casi como sepultado en cada paso que se da para movilizar el cuerpo hacia otro espacio, al solo intentarlo, porque la respiración misma no cabe ser negada, nos pertenece, es parte del fuero, de nuestro latido.
Y tampoco podemos desdeñarla so pena de dejar de ser quien en efecto se es. Ahora se juntan las medidas sin haber sido suficientemente mensuradas y el aporte se suma al recorte, el desempleo a la disminución de la esperanza de vida, los subsidios al semáforo de las ciudades y las supresiones indicativas a las insinuaciones en las representaciones internacionales. Quienes desde la otra orilla se sienten agredidos, reclaman. Anuncian saltarse el semáforo para hacer escuchar su voz. Otros, seguramente golpeados de manera diferente, menos expresivos aplauden y asimilan el golpe. Los golpes de pecho, también se suceden y apuntan a la oración por separado. El mundo está cambiando. Y lo hace tan vertiginosamente que apenas podemos imaginarlo. Si tan solo se hubiera hecho lo que se debía, cuando se tenía que hacer, quizás ahora no estaríamos hablando de las acciones y los impactos. ¡Y por cierto que vamos a trascender, pero no sabemos cómo!. Sobre-vivencia es la palabra clave. (O)