El espíritu de las leyes / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

 

El Barón de Montesquieu trató de describir el gobierno perfecto en el libro El Espíritu de las Leyes. Después de estudiar los gobiernos existentes en su tiempo, Montesquieu afirmó que la forma del gobierno inglés era la más cercana a lo perfecto, “La más grande fortaleza yace en el hecho de que el poder está igualmente dividido  entre las tres ramas del gobierno: el legislativo encargado de hacer las leyes, el ejecutivo que las administra, y el judicial que las interpreta y las aplica. Cada rama balanceada y chequeada  por la otras.

Sin embargo se estima que  los elogios de Montesquieu sobre el gobierno inglés tuvieron ciertas   incomprensiones porque  los poderes legislativo y ejecutivo no estaban divididos  entre las dos ramas del gobierno, sino combinados en la Cámara de los Comunes.

Sin embargo sus valiosas reflexiones   tuvieron gran influencia en la formación de   monarquías limitadas de Europa. Su idea de chequeos y  equilibrios proporcionados por la separación de poderes fue incorporada en la Constitución de los Estados Unidos, y en   las Constituciones de un buen número de países del mundo que  copiaron  parte significativa de  la norteamericana.  Lamentablemente los efectos y los resultados no fueron equilibrados en la mayoría de casos porque apareció la corrupción.

A muchos  políticos modernos les encanta repetir la frase  “Montesquieu está muerto y bien muerto,” tratando de justificar los entuertos que realizan en varios países. Por ejemplo, hay países que aprovechan la mayoría parlamentaria  para reformar la Ley del Poder Judicial. Quiebran la independencia del poder judicial y se jactan de ello, liquidando a Montesquieu, defensor de la independencia de los  tres poderes.

Que los políticos de ayer  buscaran formas mañosas para dominar los poderes no fue culpa de Montesquieu, ni lo es hoy. Lamentablemente, el poder tiene el atractivo más dominante desde que el hombre apareció en la tierra,  la ambición. La ambición de riqueza ilimitada mediante el abuso de poder.

Si alguna vez,   algunos países –que los estamos viendo todos los días- quisieran rectificar su deshonesto accionar   político, tendrían que  imitar a Montesquieu: las leyes políticas y su conveniente ordenamiento son los únicos pilares que pueden producir  libertad y  justicia; sueño eterno de los pueblos. (O)

¿Dónde estamos nosotros?

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