El Estado fallido
Con las consecuencias nefastas, derivadas del imparable avance de los grupos delincuenciales amparados tras el libre accionar de las pandillas, evidencia el deficiente control por parte de las autoridades. Cuando la delincuencia sobrepasa el nivel de orden, se rompe la megaestructura del Estado. Estos grupos al margen de la ley, de a poco van imponiendo condiciones, captando adeptos para fortalecerse y tomando vidas para imponer terror social. Los bienes públicos son sus escenarios, la lucha territorial es su bandera para ganar los espacios en donde planifican, organizan y ejecutan las acciones de venta y tráfico de sustancias ilegales, y otras actividades ligadas al mundo del hampa.
El Estado falla cuando la identidad y la cultura, inmersos en la educación, no tiene asidero en la formación como “ser ecuatoriano”. Falla también, cuando permite que la corrupción mine sus instituciones y no la depure de malos elementos que socavan sus bases. Los politólogos Herman y Ratner, conceptualizaron al Estado fallido como ineficientes para proveer bienes públicos a la población y en mantener el control institucional y social en su territorio. Aún más, se vuelven una amenaza para los Estados vecinos por ser foco de irradiación delincuencial.
Los politólogos Anita Mancero García, Oscar Múnera Perafán, consideran que son cuatro las características de los Estados Fallidos. La primera, cuando el Estado pierde el monopolio legítimo de violencia; ya que no es capaz de brindar seguridad a sus ciudadanos. La segunda es la incapacidad para satisfacer las necesidades básicas de su población, al no brindar bienes públicos y condiciones de bienestar. La tercera es la ausencia de una “institucionalidad consistente y reconocible”, capaz de representar al Estado dentro y fuera de sus fronteras. La cuarta, como consecuencia de las anteriores, emergen y se multiplican organizaciones armadas, bandas criminales, mafias, entre las principales.
La fragilidad de la democracia y del Estado de Derecho son situaciones que experimentan un acelerado deterioro. La clase política ya no existe, sino una serie de personajes que no despuntan, desde lo académico, peor en lo ético o moral que, al ser electos, convierten a la institucionalidad Nacional en organismos que contribuyen a la falta de credibilidad social. La injerencia política en el nombramiento de autoridades en la justicia, presiones indebidas a sus representantes, demoras injustificadas en los procesos judiciales, ausencia de garantías en el debido proceso, desprestigian el sistema de justicia. Aunque se considera en el Derecho Internacional que no existe el Estado fallido, sino estados frágiles y vulnerables. La fragilidad y la vulnerabilidad son consecuencias de las acciones de quienes gobiernan el Estado. (O)