El gran acuerdo / Esteban Torres
Los adversarios temen al gran acuerdo. No lo esperaban. No pensaron que podía ser el gran puntal de la victoria y el impulso para remontar la segunda vuelta. Hay que ser cautos hasta que se dé, si se da, pero las condiciones apuntan a su existencia inminente. El recuento fue el primer paso, pero es la siembra de los que pueden venir. Despejar cualquier duda sobre la legitimidad del avance a segunda vuelta que, por evidente estadística y localización del voto, favorece a Guillermo Lasso.
No hay ciencia en saber que la diferencia en Guayas basta y sobra para superar en votos a Yaku Pérez. La distancia en esa provincia es de 3 a 1 y hasta de 4 a 1 en ciertos cantones y la operación matemática se completa con el número de electores. Pero esa legitimidad era fundamental, y los acuerdos que se dieron a vista del CNE y los observadores de la OEA abundan en ese objetivo. Una vez resuelta esa diferencia pueden venir los siguientes pasos.
Lo segundo ya dependerá de los actores que representaron algo en esta elección. Aunque interesantes, el voto marginal de casi todos los candidatos les hace poco atractivos y necesarios para lograr la victoria, pero igual su voz será importante. El grupo del 1%, 2% y hasta 3% reunió a la mayoría de participantes, algunos de los cuales verán impedida una nueva participación política si no quieren devolver los recursos vía pauta de los que les permitió disponer el CNE. Sin embargo, dos actores son fundamentales: Pérez y Hervas. Pérez por lo que su corriente de votos significó en la elección en zonas rurales, campesinas e indígenas.
Y Hervas por lo que despertó en sectores jóvenes y urbanos. Ahí están las llaves de la victoria frente al 31% del correísmo que, con la mala administración de algunos de sus voceros peligra no subir a más. Expresiones como que los indígenas son “la derecha que no se baña” (Patricio Mery Bell) o el “indígena farsante” (Juan Carlos Monedero) son las clásicas frases que liquidan una campaña.
El acuerdo, que podría dejar de ser únicamente de conteo de votos y derivar en un acuerdo electoral y en un posterior acuerdo legislativo y de gobierno, parece ser la gran respuesta madura de la democracia ecuatoriana. (O)