El hombre y sus circunstancias/ Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión


Estamos pasando días saturados de controversias políticas, económicas y sociales que tienen matices de todo color. Imbuyámonos de paciencia constructiva.

Démosle tiempo al tiempo. Tratemos de matizar el panorama con actividades saludables. Toquemos la campana, démonos un recreo beneficioso; que tal una visita a la filosofía.

La filosofía jamás ha sido una prenda de vestir acabada de confeccionar. Uno crece en su interior. Año tras año los individuos son formados por las escenas, los sonidos y las ideas que los rodean. Conscientemente o no, nosotros siempre estamos sumando o restando de la suma total de nuestras paciencias, actitudes, respuestas, o lo que quieras que queramos significar cuando decimos que una persona tiene cierta perspectiva de la vida. Una de las glorias primas de la mente humana es que la misma idea o experiencia nunca se absorbe en la misma forma por dos individuos expuestos a ella.

Cada ser humano es un proceso. Un proceso de filtro, de retención o rechazo, absorción o perdida. Encausarlo proporciona individualidad a la persona. Determina si uno miente y muere sin haber sido afectado por la belleza de lo pródigo y el prodigio de la belleza, sin haber sentido conciencia real de afinidad o de realización humana.

La filosofía procura establecer conexiones en la mente, entre las memorias de la gente y las formas de cómo piensa sobre la vida. Construye principios para producir interrogantes significativos y para disciplinar las especulaciones que esas preguntas producen. Pero la prueba de la filosofía es su habilidad de ayudar a su tiempo íntimo, suyo propio, mientras permanece independiente del mismo.

La imaginación filosofía incluye nuestra habilidad como seres humanos para levantar prodigiosamente el tesoro de nuestra conciencia de manera que nos veamos -a nosotros mismos- por lo que realmente somos, individuos en el cuerpo inmortal de la humanidad.

“… El hombre y sus circunstancias …”

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