El Hubris idolatrado / Mario Fernando Barona
La hibris o hybris es un concepto griego que puede traducirse como «desmesura» y que alude a un orgullo o confianza en sí mismo muy exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. Hoy la psiquiatría acepta científicamente al síndrome de hubris como un trastorno de personalidad que se caracteriza cuando la persona que lo padece es prepotente, cree saberlo todo, tiene ideas fijas preconcebidas, rechaza posturas que no sean afines a sus ideas, tiene conducta narcisista, es incapaz de cambiar de opinión y tiene un ego desmedido.
Hay, sin embargo, políticos de todo calibre que consiguen burlar en alguna medida los síntomas, ya sea porque su noble esencia es la humildad o porque procuran disimularlos en función de sus destellantes apetencias; otros en cambio -como Rafael Correa, el expresidente prófugo- hacen todos los esfuerzos posibles por gritarle al mundo su crónico padecimiento y no guardan el menor empacho en exhibir abiertamente sus traumas y complejos que pareciera incluso enorgullecerlos cada vez que hacen alarde de ellos. En otras palabras, Correa es un enfermo que no disimula su desquicia (así llaman los psiquiatras a este síndrome).
Si hacemos un breve repaso por la historia y el orbe, es fácil identificar a infinidad de presidentes que también se contagiaron del síndrome de hubris, claro, sobre todo tiranos y dictadores de todas las tendencias. No obstante, es digno destacar que muchas veces aquellos perturbados (término también usado por la ciencia en estos casos) han sido simples bobos engreídos con poder, incapaces de ‘aprovechar’ su trastorno para salir bien librados después de alguna petulante exhibición; no así Correa, quien siempre fue astuto (no inteligente) para con jugarretas audaces y enredos de palabras convertirse en un verdadero hubris idolatrado.
Para no irnos muy lejos, la última del prófugo grafica bastante bien lo mencionado. Él ha señalado que ni solicitará ni aceptará el indulto en caso que Arauz, su candidato, gane la presidencia de la República, porque eso concluiría que acepta la comisión del delito. Lo que no dice es que si gana Arauz, volverán a manejar de nuevo la justicia y no hará falta ningún tipo de indulto. Dígame usted si no es una jugada astuta.
Conclusión: un bobo al que se le subió la mostaza a la cabeza no es de mayor cuidado, disfrutará su idílica arrogancia por un tiempo y adiós. En cambio, un astuto con síndrome de hubris es algo serio. Cuidado. (O)