El juego del Calamar / Fabricio Dávila Espinoza
Netflix, puso al alcance de sus suscriptores, la serie más vista hasta ahora en 90 países a través la plataforma digital: Squid Game o Juego del Calamar. Esta sensación coreana, cuyo guion fue escrito en el 2008, cuenta elogios y críticas, por tratarse de un drama sangriento.
Los abonados de la plataforma, desde el pasado 17 de septiembre, tienen a su alcance esta ficción grabada en forma de miniserie con nueve episodios. El resto de ciudadanos pueden acceder visitando páginas que ofrecen contenidos de forma ilícita. No está demás señalar que la piratería es ilegal.
La idea original proviene del ingenio de Hwang Dong-hyuk, quien al mismo tiempo estuvo en la dirección del rodaje. Aunque previamente trabajó en otras producciones, el Juego del Calamar es su carta de presentación a escala mundial. Con este empuje, no sería extraño que las producciones coreanas marquen una nueva tendencia en la predilección del público, terminando de desplazar a las novelas mexicanas que casi han perdido su espacio.
Al margen de la excesiva e innecesaria violencia, la historia toca varios problemas sociales. En síntesis, un grupo de personas afectadas a causa de una grave situación económica, aceptan participar en un juego extraño, pero sobre todo mortal. Aparentemente, se trata de un espacio de diversión para niños, pero terminan en medio de una competencia donde cada prueba es una lucha por sobrevivir.
Las escenas contienen momentos de terror y muertes violentas. Por eso., existe preocupación ante las secuelas que puede tener este tipo de imágenes. Más aún, cuando en muchos ambientes se replica los juegos de la serie. Es posible que muchas personas no hayan visto directamente todos los capítulos, pero en un mundo donde las redes sociales permiten acceder a contenidos sin discriminación, es difícil que el Juego del Calamar pase desapercibido. Más de un experto en salud mental advierte sobre el peligro que entraña consumir contenidos de esta clase.
Después de haberse convertido en un fenómeno mediático con cerca de 900 millones de dólares de ingresos para Netflix, es previsible que la segunda temporada de la serie tenga el mismo impacto comercial. Además, este éxito no dejará de ser la motivación para el aparecimiento de programas similares. Es imposible parar la producción de series violentas, pero de forma paralela, es necesario que los niños, jóvenes y adultos tomen conciencia sobre los peligros de usar la violencia a través de juegos infantiles. (O)