EL NEGOCIO DE JUNTARSE
Un descorrido amanecer, sobresaltado de sombras causadas por la estupidez o por la arrogancia de creerse sabidos, estando por lo menos a un palmo de la verdad que ennoblece la sabiduría de vivir honestamente, el país, se revuelve en un secular y enfermizo muestrario de ofertas que -cual baratija de feria- se retuerce detrás de un megáfono prendido a la lengua.
Propicio es coincidir con las recordaciones de difuntos para que “unos cuantos vivos” quieran hacer de las suyas y zarandear en una colorida colada de opiniones autosoportantes sus propias debilidades, pretendiendo lucirse ante una población, más preocupada de otros temas que de “cantaletas salvadoras” reiterativas e imprudentes.
El leitmotiv que les induce a danzar al unísono es la potencial descalificación de uno del grupo y aunque parezca raro -máxime que ninguno de ellos le dará el voto- exigen saltar a la cancha todos, sin impedimentos ni amonestaciones, aprovechando para endilgar el maquiavélico movimiento de fichas electorales al que aún sigue adelante en intenciones de votos y respaldos.
Sin duda, todo vale. Más todavía en tiempo de escasez.
Lo interesante y novedoso es verlos juntos a “propios y extraños” sumados en una “causa solidaria” como arcabuz de ataque, para abrirse paso por los flancos antes de intentar el asalto final que les ubique en el espacio para la definición en segunda vuelta.
Vencido el plazo, independientemente de la resolución que el tribunal adopte, el discurso acusatorio seguirá explorando la rueda de probabilidades y radicalizando las consecuencias.
El quehacer político está tan venido a menos que las causas nacionales se confunden con los ataques personales, de manera que justipreciar acciones y omisiones, supera la línea de tiempo y acumula la culpa en quien en corto plazo resuelve temas y emprende en realizaciones impensables e imprudentes para los demás.
No de otra forma podemos explicarnos ese afán desmedido de pasar por alto los estiajes de los últimos ochenta años y paralelamente guardar incómodo silencio para no reconocer a quien se ha preocupado en pocos meses de enfrentar el problema y encontrar soluciones al futuro energético a efectos de solucionar a mediano y largo plazo esas dificultades energéticas actuales.
Pero más fácil y cómodo resulta perder la visión y enmudecer frente al caso de narcotráfico y el combate al crimen organizado, como ahora se lo hace, de tal manera que pase inadvertido el hecho de procurar desbaratar el andamiaje de poder que hoy por hoy tiene la delincuencia, producto de la ineficacia o el contubernio gubernamental de la “década robada”.
Pertenencias y cercanías políticas no solo que se asumen; se heredan, se comparten y se evidencian. El tiempo y la memoria son su peor enemigo.