¡EL NOTIFICADOR!
En días de crisis de energía y apagones el notificador se ha convertido en el portador de las malas noticias, -personaje maligno- a cuya sola presencia se doblegan los espíritus más fuertes, flaquean hasta los corazones más nobles y el pánico se apodera de todos, porque cuando aquel infalible personaje de “talento no humano”, aparece deja mucho dolor.
El notificador para los trabajadores es asumido como el mismo lucifer, el chacal, es la muerte que llega a la empresa, blandiendo su hoz sobre las cabezas de los padres de familia que se quedarán sin el sustento para sus hijos. El notificador es inmisericorde.
Para los empleados todo empieza con anuncios del empleador de que el país, la empresa, atraviesan momentos difíciles: -vamos a tomar medidas duras pero necesarias- -dicen- El ambiente empresarial o laboral se transforma, los anuncios se convierten en rumores, aflora la inestabilidad laboral y el sufrimiento se desata: – ¡que hoy nos despiden! – ¡que mañana! -que van a reducir a la mitad la nómina de trabajadores- -que primero van a despedir a los más viejos- – ¡No! – -que van a despedir a los recién contratados- -que empezarán por quienes no fueron a la fiesta de la empresa- y así; rumores y más rumores, especulaciones que prolongan el sufrimiento y disminuyen la productividad.
Por fin llega el día, se anuncia en la empresa la presencia del “notificador”, viene con los despidos. El jefe del departamento reúne a todo el personal y empiezan a notificar los despidos.
El notificador se muestra insensible, infranqueable, subido en un pedestal, transformado en Dios por un momento, un perdona vidas y dueño del destino de los trabajadores y de sus familias, se acerca uno por uno: – ¡A partir de la presente fecha usted ha dejado de formar parte de la Empresa, pase por su liquidación! –
Los despedidos no saben cómo reaccionar. El notificador anuncia que regresará por los demás. Mientras se va el notificador, en torno a los despedidos se van formando columnas de los que no fueron notificados, uno a uno, les dan el pésame, los abrazan, les desean suerte y el trabajador no aguanta más y llora sin consuelo.
El trabajador empieza a recoger sus bienes personales y recuerda todos los años que aportó con su trabajo a la empresa y sólo entonces se pregunta: ¿Cómo va a pagar la hipoteca de la casa? y la universidad de sus hijos, pero sobre todo se pregunta ¿cómo va a llegar a su casa a informar a su familia que se ha quedado sin trabajo.
De un momento a otro la vida del trabajador sufre un cambio inesperado, ¿Qué hacer? ¿Cómo afrontar esta realidad?
La presencia del notificador es la consecuencia de los políticos corruptos, de la falta de previsión y planificación, de desgobiernos populistas, de haber elegido mal.
En momentos de crisis laboral es necesario poner nuestras vidas en manos de Dios. Debemos pensar que a lo mejor en torno a estos despidos existen grandes y mejores oportunidades y es el momento de “matar la vaca” superar los miedos y volver a empezar. Hay que saber elegir bien e nuestros gobernantes para evitar arrepentimientos.