El origen de tanta injusticia /Mario Fernando Barona
Se ha vuelto noticia regular conocer de diferentes delitos cometidos por bandas criminales y también por ladronzuelos de poca monta que tarde o temprano terminan en manos de la justicia ordinaria o incluso de la justicia por mano propia. Si es por justicia ordinaria podrían encerrarlos un tiempo; y si los agarra una horda enfurecida, o los mata en el acto, o terminan con una buena golpiza y posteriormente en la cárcel.
El caso es que, en honor a la verdad, con todos los defectos de la justicia ecuatoriana, sobre todo el evidente sesgo de impunidad en beneficio de los delincuentes amparados por los derechos humanos, es bastante menos complicado meter preso a un ladrón de la calle que a uno de cuello blanco, con el agravante que los montos de robo entre uno y otro son escandalosamente abismales.
El origen de toda esta torcida estructura de justicia, desde mi punto de vista, está perfectamente identificada: los delincuentes de cuello blanco, mejor conocidos como políticos y más específicamente legisladores (no todos), son los que redactan las leyes a su favor procurando en el proceso construir una coraza de impunidad para poder delinquir a sus anchas sin el peligro de ser condenados. Eso es todo. Este es, si se quiere, el origen de todos los males: poner al ratón a cuidar del queso.
En caso de ser involucrados en el cometimiento de un delito, utilizarán una serie interminable de argucias y enredos jurídicos previamente aprobados como recursos legítimos. Con toda seguridad pasará el tiempo del escándalo mediático, volverán a ser candidatos, ganarán, e incluso demandarán al Estado. En esas condiciones no cabe duda que el mejor negocio es hacerse político: roban abierta, desvergonzada y groseramente para luego salir más bravos y con dinero en sus bolsillos.
Fíjese hasta dónde llega la audacia y atrevimiento de estos “angelitos”: ahora mismo se está estudiando en Argentina la posibilidad de aprobar una Ley para anular la prisión preventiva que correría únicamente para casos de corrupción en que el político sienta, entre otras causas, que es víctima de linchamiento mediático. ¿Ahora ya entiende por qué tanto odio a la prensa libre, por qué se inventan ese tipo de “linchamientos”, por qué le han llamado a la prensa el “peor enemigo de la historia”, por qué quieren acabar con ella a como dé lugar?
En el Ecuador aún estamos a tiempo de corregir tamañas arbitrariedades. Confiemos este delicado encargo a los asambleístas decentes, que sí los hay. (O)