El pato es pato / Mario Fernando Barona
Mientras la Revolución Ciudadana (RC) era gobierno, auspició impúdicamente a miembros de peligrosas pandillas que operaban -y operan- en las principales ciudades del país al punto que uno de sus líderes llegó a ser asambleísta por esa tienda política y como tal, feroz defensor de esas causas revolucionarias. Ahora mismo al expresidente Rafael Correa y a varios de sus compinches los patrocinan judicialmente abogados que defienden a esos mismos delincuentes, pandilleros y mafiosos. Permitieron la abierta masificación del microtráfico de drogas al aprobar una tabla que fomenta su consumo. A criminales de la talla del grupo terrorista AVC los galardonaron y premiaron con cargos ministeriales. Recibieron dinero para campañas electorales de otro grupo terrorista: las FARC de Colombia. Admiran y defienden a dictadores, asesinos y ladrones. En fin, son solo unos pocos ejemplos que siempre hicieron presumir que quienes gobernaron el Ecuador durante los diez años de la RC estuvieron íntimamente ligados al delito en todas sus formas y tipos. Por lo tanto, es fácil concluir que, si camina como pato, grazna como pato y nada como pato, entonces es un pato. Estuvimos gobernados por delincuentes.
Ya en el plano formal, la reciente sentencia ejecutoriada por cohecho (la primera de varias) a Correa y a otros delincuentes, no solo que confirma lo que millones de ecuatorianos intuíamos con bastante certeza, sino que -y esto es lo importante- lo hace de manera categórica y aplastante, es decir, fueron tan contundentes las pruebas de cargo que simplemente no tuvieron opción a nada, en cada una de las instancias, los noquearon y lanzaron a la lona.
Y es aquí donde quiero hacer hincapié, porque debemos comprender que lo que acaba de suceder con la sentencia a Correa no es poca cosa. Probar penalmente -y de la manera tan digna como lo hizo la fiscal Diana Salazar- el delito por el que los estaban acusando, requiere acuciosidad, talento, estrategia, conocimiento y valentía. Los abogados sabrán darme la razón: no es nada fácil acusar penalmente a una persona, hay que probar fehacientemente y hasta la saciedad que el acusado actuó dolosamente, si no lo hace, se corre el riesgo de una contrademanda, de ahí que las pruebas en el juicio a Correa fueron total y absolutamente determinantes. De no serlo, digo, al menos en una de las instancias debió haber ganado, pero no, todas le dieron la razón a la justicia y al evidente sentido común de millones de ecuatorianos que siempre supimos que el pato es pato. (O)