El poder de la voluntad / Jaime Guevara Sánchez
Parece que fue ayer cuando andábamos con los cuadernos y libros bajo el brazo. Por favor, no me pregunten si eran los años de colegio o de otro nivel escolar. Lo cierto es de que el tiempo, que antaño parecía lento, hoy es un suspiro que vuela a velocidades fantásticas, mejor dicho, fantasmales. Sin embargo, si hasta la fecha hemos luchado por cumplir alguna meta, no importan los años, la cabeza sigue meditando, creando proyectos, serial de que seguimos vivitos y productivos.
Lo que importa verdaderamente no es cuan grandes puedan ser los proyectos que tengamos para que lleguen a convertirse en un mágico suceso, más asombroso que todas las fabulas y leyendas de nuestro ingenio, sino los caminos que elegimos para lograrlos. Vivir, no es dormir en el letargo ciego carente de ilusiones y planes.
Es cierto que cuando nacemos somos un proyecto inacabado, con el transcurso del tiempo lo vamos desarrollando a golpe de decisiones propias, decisiones libres. Nos sumergirnos en un mundo de nuevos proyectos —no de aquellos que pudieran ser edificados sobre arena y destruidos por el primer soplo del viento- sino de los que habían de sustentar nuestra vida y en los que canalizaremos todas nuestras energías.
Proyectos concebidos con ideas claras, que lleguen a convertirse en profundas convicciones; en ideales que muevan nuestra voluntad. Propuestas que necesiten de una decisión firme y ejecución vigorosa y determinada.
Objetivos llevados a cabo con tanta constancia que den una razón a nuestra existencia.
Vivir es tener un claro trayecto de existencia, realista y comprometido, por el cual seamos capaces de afrontar sacrificios y esfuerzos por los que no nos importe preservar con paciencia y tesón la línea trazada. Observaremos como una vez tomada esta resolución, sentimos aumentar nuestras fuerzas y agrandarse nuestro horizonte, porque la verdadera alegría deja traslucir la felicidad de quien siente su vida como una meta útil para sí mismo y para los demás. Pongamos manos a la obra porque nuestro tiempo es limitado. No lo desaprovechemos viviendo la vida de otros. No le demos tiempo al tiempo porque el tiempo no nos dará ni un solo minuto a nosotros. (O)