El poder del lenguaje / Mario Fernando Barona
Si le pregunto ¿por qué los humanos somos superiores a cualquier otro animal? seguramente usted responderá que por el raciocinio. Y sí, eso es indiscutible, pero hay algo aún más revelador: el uso de un lenguaje mucho más complejo en comparación con el de otros, es para el afamado historiador Yuval Noah Harari, autor del fascinante libro Sapiens, la clave diferenciadora de nuestra supervivencia y predominio.
Posiblemente el lenguaje sea el arma (en todo el sentido de la palabra) más poderosa usada por el hombre. Gracias al lenguaje se han erigido naciones e imperios, hemos crecido en conocimiento, conquistado espacios tanto en la tierra como fuera de ella. Pero también por el uso del lenguaje nos hemos hecho mucho daño como hermanos con incontables muertes y destrucción a lo largo de miles de años.
Los monos usan un lenguaje muy básico para alertar la presencia de un tigre, dirían algo así como “tigre, tigre”; pero el humano, a diferencia del mono, podría decir “Esta mañana vi un tigre junto al río, así que quedémonos aquí tranquilos hasta que el tigre se vaya a cazar y después podemos ir allí a comer, ¿de acuerdo?” Es decir, el lenguaje por sí solo es una extraordinaria herramienta de comunicación, pero el uso combinado de raciocinio y lenguaje es lo que realmente marca la diferencia de superioridad; por lo tanto, no es complicado deducir por qué les resulta fácil y efectivo a muchos políticos solo hablar sin razonar.
De ahí que abundan y pesan grandemente propuestas irracionales y populistas que ‘sólo suenan bonito’ como los mil dólares a un millón de familias; o el ocupar los dineros del Banco Central para tales propósitos; o sugerir que la dolarización ha sido la peor decisión. Como ve, todo es cuestión de decir lo que las masas quieren oír, así sean estupideces.
Pero no todos los políticos son iguales, porque si Guillermo Lasso, por ejemplo, quisiera ocupar la misma arma del -lenguaje sin razonamiento- para ganar en segunda vuelta, le sería muy fácil ofrecer dos mil dólares a dos millones de familias, pero estadistas y políticos como él usan más la razón antes que solo un burdo lenguaje; en otras palabras, piensan antes de hablar, todo lo contrario a lo que hace un demagogo.
Conclusión. No subestime el poder de la palabra, que usada sin raciocinio convence, enamora e incluso llega a matar; pero en una exquisita combinación de razón y lenguaje nos convierte en dioses que dan vida, seducen el alma y edifican el porvenir. (O)