EL PORTE Y LA TENENCIA DE ARMAS / Paúl Viteri Albán
Vivimos en un país, empañado por sus elevados índices de inseguridad, en donde la delincuencia ya está armada y sin permiso de nadie, donde los planes de seguridad del gobierno no son más que un puñado de hojas anilladas, donde la policía sucumbe en su misión ante la mirada atónita de la ciudadanía colmada de miedo e incertidumbre.
Vivimos en un país, donde los buenos ciudadanos precisamos defender a nuestras familias, negocios o viviendas de quienes ya están armados y no han podido desarmar, vivimos en un país donde vemos pasmados como la inadecuada acción de quien nos gobierna nos lleva al despeñadero.
Ahora, el debate de quienes solo sirven para aplaudir lo que les conviene, se centra en sí el decreto presidencial sobre el porte y tenencia de armas es beneficioso o no, incluso sombreando el futuro como si estuviéramos a punto de convertirnos en el viejo oeste.
Cuanta mentira, tratan de hacernos pensar, que los ciudadanos tendrán acceso a un arma sin distinción, como si fueran a comprar pan, nada más inexacto, ya que especialmente en el Proyecto de Ley Reformatoria a la Ley de Fabricación, Importación, Exportación, Comercialización y Tenencia de Armas, Municiones, Explosivos y Accesorios, presentado por el Asambleísta Esteban Torres se colocan rigurosos requisitos con la finalidad de justamente limitar dicho derecho.
En cambio, para muchos parecería que les resulta más fácil diseñar una utopía alrededor de un país con cero violencias, donde todos vivamos desarmados y sin delincuencia, pero lastimosamente en algún momento tenemos que poner los pies sobre la tierra; y, pensar en el agricultor, el ganadero, el dueño de un negocio, el comerciante e incluso en el ciudadano común y corriente que hoy están conviviendo con considerable incertidumbre y temor.
Además, no podemos olvidar que la tenencia y el porte de armas fue una de las propuestas del candidato presidencial Guillermo Lasso; y, hasta me atrevería a pensar que tal vez está sea probablemente la única que ha cumplido, pero, en fin, el porte y la tenencia de armas cuya principal finalidad es el que se convierta en una herramienta de disuasión y, no de combate como los extremistas y agoreros de una supuesta guerra campal nos la quieren pintar.