EL PRECIO DE LA CULTURA/ Álvaro E. Sánchez Solís
Por:
En los últimos días, los artistas y gestores culturales del Ecuador y, en particular, de Tungurahua, se han encontrado expectantes frente a una propuesta de la Sede Nacional de la Casa de la Cultura que tiene, como finalidad, establecer tarifarios por el uso de las instalaciones de esta institución.
La propuesta del Reglamento de tarifarios surge a raíz de ciertos inconvenientes con la Contraloría General del Estado, dado que no existe un reglamento que le permita, a la Casa de la Cultura, a nivel nacional, regular los costos por el uso de ciertos espacios.
Frente a esto, creo que a la promoción de la cultura no se le debe imponer un precio. Habrá artistas que tendrán los recursos para alquilar espacios –inclusive, privados–, comprar herramientas o aparatos que les ayuden en su puesta en escena y, también, pagar a sus colaboradores; pero existirá quienes, desde la ausencia de dinero, quieren explotar sus talentos y capacidades artísticas. Generalmente, estos últimos, no pueden costearse espacios para sus exhibiciones y no tienen otra alternativa que acudir en búsqueda de apoyo gratuito y promoción por parte de instituciones como la Casa de la Cultura.
En ciudades como Quito o Guayaquil, se ha acostumbrado a cobrar por distintos espacios culturales – no me refiero directamente a la Casa de la Cultura – y en esos lugares, ya le es habitual a un artista pagar por un espacio y, lo propio sucede con el público. Sin embargo, la realidad no es la misma en todo el Ecuador. En zonas rurales, la situación es profundamente distinta, y, cobrarles por el uso de un espacio para sus exhibiciones culturales implicaría desconocer su contexto social y económico.
El Núcleo de Tungurahua, con su representante, Emilia Alvarado Sevilla, ha tomado una posición coherente con las exigencias de los artistas y gestores culturales de la provincia, ya que ha destacado la naturaleza particular de una institución como la Casa de la Cultura, que tiene la finalidad de promover las prácticas artísticas sin una finalidad de lucro. La actitud de la directora de Tungurahua, considero, es digna de aplaudir.
En definitiva, la propuesta de la Sede Nacional tiene que ser analizada con detenimiento y atendiendo a las demandas del sector cultural del país para no cometer errores que impidan el ejercicio del ejercicio del derecho a difundir las propias expresiones culturales sin limitaciones, como, en efecto, lo establece la Constitución de la República del Ecuador en el artículo 23. Los directores de otros núcleos de la Casa de la Cultura deben emular la firme posición de la directora de Tungurahua frente a esta situación.
alvaro.sanchez2012@hotmail.com