El primer juicio en los registros notariales de Ambato. 1627 / Pedro Reino Garcés
He concurrido una vez más al Archivo Nacional, seccional de Tungurahua, para enfrentarme a la paleografía de la época y a la acción del tiempo sobre los papeles. Se me ocurrió que podría buscar sobre qué litigios se habría dado el llamado “primer juicio” que guarda nuestro archivo en la Notaría Primera. Doña Loliz Fariño saca su cartón con los expedientes sobre “juicios”. La primera carpeta contiene cosa de 50 folios con caligrafía difícil. Ella me muestra una página señalada con letra espléndida, del trámite, hecha por los escribanos de Quito. Mi comentario es de que, a estos pueblos o asientos donde todavía no llegaba Taita Dios, mal podían venir buenos escribanos. Don Miguel de Herrera es el escribano público que escribe con muchas contracciones. Es decir, no escribe con palabras completas, pero reproduce grafías y ortografía que sirven para un buen ejercicio de la evolución del Español; o como diría Menéndez Pidal, para una Historia del Español aplicada en América. El mayor de los problemas es que escribe con letra encadenada. Es decir, no tiene conciencia plena de separar palabras. A ratos separa y otras veces corta las palabras donde se le ocurre. Exactamente lo hace como las copias que hacíamos en la escuela cuando el profesor nos “dictaba” determinado tema. El problema se complica cuando escriben nombres en lenguas indígenas. Hasta hoy no superamos la confusión.
Revisando a ojo rápido el expediente que está comido por las polillas casi medias páginas en su parte superior, hay que hipotetizar protagonistas y el contexto hasta que en alguna parte del documento se puede dar con la clave del argumento central. Mi método es fotografiar el expediente para revisarlo en casa, en el computador y en las noches de insomnio. Luego tengo que realizar la transcripción fidedigna, entrecomillada, de todo lo entendible. Luego vendrá la redacción definitiva de acuerdo a un tema o argumento central del documento. Superando los desencantos, me tomo optimistamente la tarea de compartir cosas que tal vez tengan escasísimos lectores, pero que son urgentes para completar nuestra historia.
Francisco de la Parra es uno de los primeros hispanos que decidió habitar en estos lares de Hambato. Se dice que se casó con una “mujer indígena”, aunque de apellido hispano. Se llamaba Luisa de Moreta. Curiosamente y para le época, ella firma un documento, con letra segura, pero en otra parte del expediente dice no saber firmar y al parecer ni siquiera habla español. Debió ser una mujer dinástica. ¿De qué etnocultura? El documento es un juicio mediante el cual ella reclama los bienes, y entre ellos un solar de terreno en la traza del asiento de Hambato, que les pertenece a sus hijos. “habiendo visto el proceso… entre Luisa de Moreta y Diego de Valverde su Procurador, en su nombre de la una parte; y Gaspar Ximénez de Barrionuevo Alguacil Mayor de Hambato y Julián González”. El lío es que entre el alguacil y el tutor o apoderado de los menores: Julián González, se quieren quedar con los bienes, luego de sacar a remate contraviniendo las leyes. Esto quiere decir que se inauguró la corrupción desde los cimientos de nuestra convivencia comunitaria. Frente a esto, en nombre del Rey don Phelipe, las justicias de la Real Audiencia del Quito deciden “que la tutela discernida en el dicho Julián González de los bienes de los dichos (herederos) menores se dé por nulo, y sobre las demás causas y rrazones en el proceso y el dicho pleito contenidos.”. La pelea la enfrentó la viuda (seguramente mestiza, pero vista más racistamente como india) de don Francisco de la Parra, quien habrá luchado pensando, además, que los usurpadores conquistadores se apoderaban de las tierras que nunca les pertenecieron, y que mediante “papeladas”, como se decía en esos tiempos, legalizaban los robos. ¿Hemos cambiado la conducta de “las justicias”? (O)