El Real Madrid / Esteban Torres Cobo
Creo que me hice madrilista allá por el 2003. Cuando empezó la era galática y, para un niño, ver a Zidane, Beckham, Roberto Carlos y Ronaldo en un mismo equipo era algo alucinante. Fue la época en la que también me hice macareño. Desde ahí, con el Macará al menos no hubo cambios y a pesar de los buenos equipos ecuatorianos ni dejé ni creo que dejaré de ser macareño.
Con el Real Madrid si experimenté algunos cambios. Primero cuando el equipo de los galácticos dejó de existir y tanta estrella junta no se volvió a ver jamás. Pero en cambio vino Cristiano Ronaldo y la gran rivalidad con el Barcelona de Messi y Guardiola que, como pasión que es el fútbol, admitió un fanatismo sano en cualquier partido y discusión. Una época espectacular en todo sentido que fuimos afortunados de atestiguar.
La salida de Ronaldo, sin embargo, provocó algo que constitye un elemento importante del mejor equipo de todos los tiempos: la presencia de las mejores estrellas. Porque el Madrid es eso. Es la reunión perfecta del equipo ganador y las estrellas sin parangón. Una sinfonía que solo se logra con el entrenador perfecto y, por supuesto, con el presidente perfecto. Cuando Ronaldo se fue a la Juventus y luego al Manchester United el Madrid perdió a la estrella más brillante y no logra conseguir hasta ahora un reemplazo, más allá de que el mejor Benzema haya resucitado y se merezca este año el Balón de Oro. Mbappé ha preferido el dinero árabe a la gloria y difícilmente irá algún día al Madrid.
La victoria contra el City en semifinales de la Champions y todas las victorias anteriores ante el PSG y más demostraron que el Real Madrid es algo más que el resto de clubes. Gana y no tiene el dinero de los petrodólares que tienen otros. Responde al buen criterio y manejo de un empresario español y su lógica es española. Tiene el peso de la historia que mata a los nuevos ricos del barrio. Y no para. No se cansa. Nunca se cansa, ni cuando pierde por tres goles en el minuto ochenta. ¿Se había visto algo así antes?