El ruido y la ciudad/ Editorial
En las ciudades bien organizadas, sobre todo, en las pequeñas, ahora se ofrece como valor agregado el silencio en los espacios públicos y el ruido moderado y tolerable en los privados. A Ambato y a otras ciudades ecuatorianas cuánta falta les hace comprometerse con el control del ruido.
Algunos ciudadanos se han acostumbrado a subir el volumen de los parlantes en los locales, tanto en interiores como en exteriores, a recorrer las calles con megáfonos, a mover sus vehículos con parlantes que ofrecen comida, medicinas, prendas íntimas, y, los más audaces, se han apropiado de estacionamientos en la calle para anunciar desde los parqueaderos con altoparlantes.
A esos ciudadanos se han sumado, desde hace un mes, los candidatos con sus parlantes. El ruido en Ambato, en consecuencia, no ha sido sometido a control. Por el contrario, ha aumentado.
Lo preocupante es que no existe control del ruido en espacios públicos y, menos aún, en los espacios privados, por parte del Municipio y de otras entidades. Parecería que Ambato se ha convertido en tierra de nadie en materia de ruido. (O)