El rumbo de mi país

Columnistas, Opinión



En estos momentos difíciles, de incertidumbre sobre el futuro inmediato, invadidos de todo tipo de inseguridad, ¿Qué tipo de papel protagónico le merece al pueblo?, lúcido, honrado y trabajador, que solo resulta ser un frustrado espectador que ve con impotencia (¡o quizás algunos ni siquiera puedan ver!) irse de las manos su país y sus riquezas en manos saqueadoras y furtivas de ambiciosos y desesperados politiqueros que han dilapidado inmisericordemente en todos los rincones dónde, con su fino “olfato”, han “descubierto” que hay dinero. Pueblo que repetitivamente y cada vez, cíclicamente, quiere “que se vayan todos”, los que han dado, con su complicidad o quemeimportismo, luz verde para que nuestra otrora isla de paz se tiña de sangre y drogas, como nunca el Ecuador está bajo ataque, en el caos de “plata o plomo”. Basta ver cómo, al parecer, la peor Asamblea de la historia republicana, fue recientemente decapitada con el beneplácito de la población ya que fue la que nunca se interesó hacer parte de su agenda el desamparo ciudadano ante el narco-crimen organizado, el desempleo, la crisis jurídica cargada de descaro e infame impunidad y la perversamente cruel crisis de la salud con su espantosa corrupción, no fue otra cosa que el más ridículo sainete dónde reflejaban, exclusivamente, sus intereses de poder político-económico cómo ha sucedido siempre. 

Muchos de estos politiqueros son, como alguien dijera, los “Judas del siglo 21”, infames vendedores de falsos ideales que van escondiendo su avaricia bajo una falsa preocupación por los pobres y necesitados, disfrazados de luchadores sociales andan sembrando odio y convenciendo con sus fallidas, utópicas, falsas pero seductoras e hipnóticas muletillas a los culturalmente extraviados y enseñándoles a ser mendigos, resentidos, destructores a los “presa fácil” víctimas del desconocimiento y la pobreza. (“América Latina es un pueblo en dramática involución cultural que no tiene remedio” Octavio Paz.) 

De asombrosa paradoja al autodenominarse representantes del pueblo, luego de sembrar envidia, robo, hambre y muerte, van saliendo en fuga, llevándose fortunas y con asombroso cinismo siguen su carrera de enriquecimiento hipotecando nuestra fe y nuestra esperanza. Bastaría solo hacer el seguimiento de cómo viven disfrutando de su malversación, mejor que cualquier capitalista, junto con sus cómplices, todos cínicos, repulsivos cuenteros engañadores que solo les interesa el poder sin importarles destruir los países ante los pasmados e incrédulos ojos de la gran mayoría. 

Nuestra triste historia republicana ha reflejado un permanente conflicto político, económico y social, un verdadero “reality show” de baja calaña dónde prima una intencionada confusión caracterizada por amenazas y ataques entre aparentes opositores y gobiernistas, haciendo que el morbo de gran parte de la población se satisfaga al ver el “espectáculo” que esta pugna provoca.

La inestabilidad de los regímenes, la fragilidad e incapacidad de las instituciones, las claras intenciones del actual politiquero nos hace preguntar: ¿hacia qué confuso y caótico rumbo va rodando nuestro país? 

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