El síndrome del «Trabajador Quemado» / Ing. Patricio Chambers M.
El acelerado ritmo de vida que llevamos hoy en día, genera una serie de situaciones que terminan afectando la salud de las personas, lo cual se expresa en un cansancio extremo tanto física como psíquicamente.
Como lo señala el escritor y periodista Pierre Lance, el problema es “que llevamos tiempo viendo cómo una especie de enfermedad del trabajo se extiende en las empresas” y los primeros en sufrirla son, obviamente quienes más responsabilidades tienen y los que más se preocupan de hacer bien las cosas, aunque también habrá que sumar a los más sensibles.
Palabras como competencia, competitividad, eficacia y productividad son cada vez más frecuentes en la conversación diaria y de alguna manera se han convertido en la clave de la sociedad moderna, envuelta en medio del torbellino de la producción masiva, las tecnologías eficientes, la omnipresente informática y la obsesión de ganar más.
La acumulación de trabajo con sus múltiples demandas, exige atender varias cosas a la vez dejando de lado otros asuntos importantes que inevitablemente pasarán al olvido, provocándonos mayor estrés. Además, el temor de cometer algún error está siempre presente y con él un sentimiento de culpabilidad por no atender todo lo asignado, hará que se afecte nuestro sistema nervioso.
Así las personas pasan a pagar estos problemas con su salud, pues este tipo de situaciones llegan a minar sus defensas orgánicas de manera que se sufre un estado de agotamiento emocional que los estadounidenses denominan Burnout (que se podría traducir como “quemarse”, “consumirse” o “apagarse”).
Los especialistas en el tema aseguran que este síndrome será el mayor problema al que se enfrenten las empresas en relación a sus trabajadores en estos próximos 20 años.
Una de las expresiones más claras es la desmotivación que amenaza al trabajador que sufre esta patología, pues observa con impotencia que esforzarse más no sirve para conseguir mejores resultados, sino lo contrario.
Frente a ello recurre a otras escapatorias como el tabaco, alcohol, drogas, somníferos, antidepresivos, etc. buscando huir del problema sin resolverlo. De esa forma, resulta muy posible que termine cayendo en la adicción, cuyos perjuicios se sumarán a su agotamiento, y la persona se verá atrapada en una situación muy difícil de salir.
El doctor François Baumann, en uno de sus libros señala que “la paradoja es que la persona quemada no ve con claridad las consecuencias de su estado: aún no es consciente de sufrir una patología; seguirá trabajando a un ritmo vertiginoso, incluso acelerado en comparación con el ritmo al que está acostumbrado… pero de manera ineficaz, lo cual reforzará su desmotivación general”.
Frente a todo ello, es necesario tomar medidas desde uno mismo y una buena fórmula es destinar parte de nuestro tiempo y energía a acciones de bien común donde la motivación no sea económica ni material. Recordar que todos necesitamos espacios de silencio en los cuales podamos respirar con calma, leer un libro y asumir el control de nuestras vidas. (O)