El tren de las pasiones cruzadas / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

Dividió a conservadores y liberales, provocó sangrientos enfrentamientos entre los mismos liberales, con Eloy Alfaro y Plaza Gutiérrez en el campo de batalla, y unió sentimentalmente, mientras duró su construcción desde Bucay hasta Quito, a dos almas diferentes, la de Eloisa Hervas del Floril, dama prominente de Riobamba, y la del gringo William Walsh, apodado el Bicho, uno de los técnicos de confianza de Archer Harman.

Encendió pasiones políticas y del corazón, al subir desde la costa hasta la sierra, como se lee en la soberbia novela, “El Bicho que se bajó del Tren”, escrita por Benjamín Ortiz.

Se le atribuye erróneamente a Alfaro la construcción completa del ferrocarril, olvidando que fue García Moreno quien lo concibió, en 1872, y le dio el primer impulso en el tramo de Yaguachi a Bucay. Don Eloy, con un contrato, sin financiamiento, celebrado en 1897 con el estadounidense Archer Harman, logró que se renovara el tendido de las rieles en ese tramo. De este modo, desde Bucay comenzó, en la práctica, la construcción  de la obra. En mayo de 1902 el tren amaneció en Huigra. Y, en septiembre de ese mismo año, llegó a Alausí, luego de subir por la Nariz del Diablo. En 1906 el tren hizo su paso por Ambato y, en 1908, se detuvo en Chimbacalle en Quito.

Para que pudiera subir hasta los 4000 metros de altura, por la Nariz del Diablo, también llamada Cóndor Pucuna, fue necesario que se modificara la ruta, desde Huigra, a fin de utilizar la del río Chanchán en lugar de la del río Chimbo. Sin Eloy Alfaro, Harman no hubiera podido iniciar y terminar la obra. Le impulsó en todas sus iniciativas de financiamiento, muy cuestionadas por sospechas de corrupción, en su primer período presidencial. Después, en su segundo período, que lo ejerció después de haber vencido a Plaza y a Lizardo García, estuvo al lado de Harman para el cierre del proyecto.

El tren se construyó en medio de la pasión política. Ni siquiera las revueltas detuvieron su avance por la sierra. Y, una vez inaugurado, fue motivo de grandes festejos en las poblaciones del trayecto. En cambio, la pasión sentimental de Eloisa y Walsh se apagó cuando terminó la obra. El Bicho volvió a Nueva York, habiendo abandonado a su esposa y a sus dos hijos, quienes jamás tuvieron noticia de él. Años después, en 1912, el Viejo Luchador fue transportado en el ferrocarril, desde Guayaquil a Quito, para ser arrastrado por los mismos que, en 1908, festejaron la llegada del tren a la Capital. ¡Pasiones cruzadas! (O)

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