EL ÚLTIMO DE LA FILA

Columnistas

El dilema de “vivir-sobreviviendo”, acostumbrados a carencias y menguas derivadas del desatino, la imprevisión, la inexperiencia y, sobre todo: la corrupción y saqueo de fondos públicos por gobiernos, políticos y funcionarios inescrupulosos y abusivos, no puede menos que expresarse en inconformidad, desidia y lamentaciones.  Ni se diga, mientras sigamos mentalizados y esperanzados en existir de a gratis, porque todos los esfuerzos y propuestas que pudieren ensayar candidatos o gobiernos a futuro no pasarán de ser simples saludos a la bandera que no llegarán a concretarse en el tiempo.

A final de cuentas, una mayoría poblacional -muy dentro de si- añora ser ungida como sujeto de subsidios y exoneraciones para acceder a los servicios estatales posibles, aunque fueren brindados a cuentagotas, pero -eso si- sin pagar lo que se debe o pagando mucho menos de lo que debería, considerando edad, distancia, “género” en el que se ubica, raza con la que se identifica, rol que cumple, trabajo productivo que impulsa, esfuerzo fiscal que realiza, deficiencia física o mental que padece, etc., etc.

De esta forma, no deja de ser un secreto a voces, los exagerados y crecientes montos a los que ascienden los subsidios a combustibles, electricidad, e insumos de todo tipo vinculados a la producción; transporte terrestre, aéreo y marítimo; exploración, explotación y comercialización minera y petrolera; educación y salud (entre otros temas), al punto de -constitucionalmente- consagrar, por ejemplo, la prohibición de recuperar costos de inversión y cualquier tipo de ganancia estatal en la generación, producción y entrega de servicios de energía eléctrica… mal endémico que ahora nos mantiene entre tinieblas, endilgando señalamientos y adjudicando culpa “al último de la fila”.

El tiempo, el silencio y la costumbre, han sido el peor enemigo de la gobernabilidad y la democracia, amén de la tara propia de quienes, encaramados en el poder, fueron incapaces de advertir el desenlace de sus impúdicas acciones u omisiones, en gobiernos que se feriaron recursos nacionales que permitían un espacio financiero para emergencias; y dineros de la seguridad social, obligando al sistema previsional a conceder préstamos soportados en bonos (pagaderos a eternas memorias) e inflando el número de afiliados con familiares de aporte “coste-cero” y millares con pago reducido, tanto que ahora -roto el blindaje- ese servicio social flaquea, apena y preocupa.

Auditar e incluso des enrolar mandos medios y acólitos que boicotean legítimas tareas institucionales en procura de construir un nuevo Ecuador, es tarea inaplazable una vez se expida la Ley para impulsar la iniciativa privada en la generación de energías.

Si no clarificamos para todos, la importancia y urgencia de romper ataduras y restricciones, asegurar inversiones, pagar impuestos y servicios; y, comprometemos a respetar las obligaciones adquiridas, perderemos no solo el derecho de exigir prestaciones

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