El vendedor de humo / Dr. Washington Montaño Correa.
Rigoletto, el mago de los colores y de la alegría llega al pueblo con toda la estridencia de su música circense, su objetivo es impactar a la gente, entretenerlos con quiromancias, cruce de manos, soplos de colores, cumplir los sueños subrepticiamente con juegos de azahar y vender ilusiones temporales a los incautos e ignorantes pueblerinos.
Llega sonreído, cuasi alegre, saludador, afectuoso y comedido conveniente. La gente no le toma en cuenta, a la final es uno más de los cuántos mercachifles que han desfilado por la plaza vendiendo chucherías, jarabes, jabones, fragancias y otras idioteces que no necesitaban, pero que con el ardid del bajo precio, del dos por uno; del, si compran tres hay un obsequio fabuloso; que es el único vendedor del producto; que los demás son pobres imitadores; y al “no se dejen engañar” engañaba a todos haciéndoles probar el perfume de la colonia, que a los dos días perdía el olor; del jarabe que aumentaba la tos; del jabón anticaspa con el que caía el pelo.
Y entre venta y venta, los entretenía con magia, bromas y chistes; regalaba uno que otro dulce, rifaba un producto y decía que él no necesita el dinero, lo que le interesaba era el negocio; que todos lleven sus productos y que, si no les daba resultado, “la próxima semana y en este mismo lugar estaría para devolver el dinero, ya que la confianza era lo primero” Dicen que Rigoletto nunca más volvió.
La feria ha comenzado, hay algarabía, bullicio, dispendio generoso de ofertas, junto con el abrazo, el esfero, el calendario, la camiseta; el discurso de estilo y el desglose de obras fabulosas, impensables, necesarias, oportunas, esperadas por años y que, al fin Diosito, ha venido los iluminados, los que nos entretienen escuchando lo que siempre se ha oído. Puro lero, lero candelero.
Hace unos cuatro años tomé la propaganda de una candidata y lo que allí ofrecía era admirable y a la final como el papel aguanta todo; si las personas leen y se convencen del ofrecimiento pero que a los años se dan cuenta que nunca cumplieron, simplemente fueron ofertas baratas, insulsas, sin fondo honorable, de mercachifles que jamás regresan.
Considero que sí debe haber personas que recién ingresan a la política que van con ideas sanas, con el deseo de aportar, de hacer la diferencia pero que en el camino se topan con quienes son zorros en la política, que tienen otros intereses y allí sí el camino se pone cuesta arriba, porque entre vendedores de humo, no se ven las caras, solo hablan y se escuchan la maravilla de sus ideas o se suman a los compromisos del burgomaestre y dejan a un lado sus ofrecimientos porque se dan cuenta que una golondrina no hace el verano.
No ofrezcan tanto, den seguridad pública y vial, mejorar el orden ciudadano, limpieza en la ciudad, manejo responsable de la prostitución que nos invade, normativa clara y concreta para los inmigrantes que creen que esta es la tierra que dejaron y abusan de sus prebendas; que vuelva el civismo con la práctica de buenos hábitos ciudadanos.
Si alguno de ellos me ofrece normar uno de estos males, yo sufragaré convencido que mi voto no se hará humo. (O)