El veneno correísta

Columnistas, Opinión

¿Cómo explicar que a estas alturas y con toda la pesadísima e inocultable carga de corrupción que lleva a cuestas el correísmo, aún cuente con una fanaticada ciega que le asegura al menos un 20% de voto duro en las urnas? 

Hay muchos factores, varios de ellos endilgados a los propios errores de la derecha, sin embargo, la respuesta larga dice que nadie es correísta gratis, o sea que muchos de sus borregos tienen intereses, como las decenas de miles de nuevos funcionarios que Rafael Correa creó en la administración pública durante los diez años de gobierno, lo que podría significar la incondicionalidad electoral de ese funcionario y de buena parte de sus respectivas familias. Algunos de estos correístas “sabidos” conscientes de la podredumbre moral que significa la RC5, seguro habrán aprovechado su condición para “hacer su agosto” (doblemente agradecidos, pues). 

También hay de aquellos que pese a no haber aprovechado ninguna de las sapadas correístas y seguir hoy tanto o más pobres que antes (y si no pobres, sí serían pendejos), continúan venerando la imagen de su líder como a la de un dios. Este tipo de correístas, tan peculiares que son motivo de esta columna, además serían idiotas al negarse tozudamente a ver lo obvio. Pareciera, dicen, que estuvieran envenenados con escopolamina o algún tipo de droga que los atonta. 

Que fue exactamente lo que ocurrió, según cuenta la leyenda, en la Francia de la Edad Media donde por la mañana, las mujeres casadas añadían una pequeña dosis de veneno al desayuno que habían preparado para sus maridos. Más tarde, cuando sus hombres regresaban a casa, les darían el antídoto, de esta forma, el veneno no resultaría nocivo ni les afectaría.  

Lo hacían porque si estos permanecían fuera durante demasiado tiempo, al retrasarse la administración del antídoto, acababan experimentando síntomas como náuseas, dolores de cabeza, depresión, dificultad para respirar, etc. y cuanto más demorara el hombre en regresar con su esposa, más enfermo se pondría. 

Una vez en casa, su esposa, sin hacérselo saber, le suministraría el antídoto mezclado en la cena y de esta manera, a los pocos minutos, rápidamente empezarían a sentirse mejor.  Todo este engaño daba a los hombres la impresión de que estar fuera de casa les provocaría dolor y depresión, por lo tanto, los maridos se volverían más apegados a sus hogares y a sus esposas. 

En el cuento ecuatoriano, Rafael Correa vendría a ser quien engaña (perdón la redundancia) inoculando el veneno y más tarde suministrando el antídoto (los dos con fuertes dosis de verborrea) para que sus atontados seguidores terminen sintiéndose a gusto y completamente dependientes de su verdugo. 

Lo cierto es que, en cualquier caso, el solo hecho de apoyar a delincuentes demuestra carestía de dignidad y amor propio, lo que automáticamente los convierte también en corruptos. Por eso, la respuesta corta a ¿por qué aún tantos borregos? sería por sabidos, corruptos, idiotas y pendejos.  (O)

mariofernandobarona@gmail.com 

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