Elección de moderados / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

Los electores de Galicia y el País Vasco, en España, reeligieron, el último fin de semana, a sus presidentes autonómicos, conocidos por su talante moderado y por gobernar desde el centro. Los candidatos radicales no recibieron apoyo significativo en las urnas, por lo que unos continuaron en la minoría y otros, simplemente, desaparecieron.

Alberto Feijóo alcanzó su cuarta mayoría absoluta en Galicia, luego de casi 12 años en el gobierno. La centro derecha retuvo el poder con el más distinguido dirigente gallego del conservador Partido Popular, actualmente en oposición al Partido Socialista en el gobierno nacional. Feijóo es percibido, no sólo en su territorio sino en España, como un político de resultados, muy eficiente y preparado, que actúa lejos de cualquier tipo de sectarismo. Durante la pandemia demostró especiales dotes para unir esfuerzos y presentar soluciones creíbles y eficaces. Los electores premiaron el buen gobierno en la tierra de Amancio Ortega, dueño de Zara.

En el País Vasco, Iñigo Urkullo obtuvo su tercera mayoría. Si bien pertenece a un partido nacionalista, con tintes socialistas, es un gobernante adusto que aplica políticas moderadas, desde la centro izquierda. En la pandemia le fue bien, pues, logró poner en marcha al sistema de salud autonómico. Logró alejarse de sus socios en el gobierno nacional, el Partido Socialista y el Partido Comunista Podemos, para presentarse ante sus conciudadanos como alguien dispuesto a seguir defendiendo los intereses de los suyos.

De estos resultados electorales, algunos analistas han llegado a la conclusión que, en tiempos de pandemia, los electores se inclinan a elegir a quienes demuestran capacidad en resolver problemas, mejor aún si tienen experiencia. En otras palabras, la gente prefiere votar por personajes conocidos, siempre que sean eficientes.

Tal percepción podría ser aplicable en los casos de reelecciones de autoridades ejecutivas tan eficientes como Feijóo y Urkullo, que, además, manejan presupuestos superiores a los del gobierno ecuatoriano. De ninguna manera podría ser útil para autoridades ejecutivas, alcaldes, prefectos o presidentes, en el caso ecuatoriano, mal valoradas por los ciudadanos por su indeficiente gestión en la pandemia.

Existe, más bien, la posibilidad que en las elecciones del 2021 una mayoría de electores ecuatorianos aproveche las elecciones para expresar su malestar y rabia por la situación en la que encuentra, con desempleo, menos ingresos e inseguridad ciudadana. Y, si a ello se suma el repudio a la corrupción, el voto podría dirigirse no a los más eficientes, capaces y experimentados sino a aquellos populistas que logren catalizar la ira popular. (O)

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