En la amistad hay mucho amor / Kléver Silva Zaldumbide
Hubo una vez un grupo de amigos, vagos se llamaban entre sí, eran inseparables de muchachos, eran una sola alma. Por razones que todos sabemos sus caminos tomaron rumbos distintos y se separaron. Uno de ellos dijo: “Donde estén dense un espacio porque lo que más deseo es volverles a ver. Imagino que les está yendo de película, sus hijos en los colegios, pero cuanto agobio con el trabajo que tienen ¿no?, a todos nos pasa. Ojalá pronto podamos hablar, tengo que contarles muchas cosas. ¿Cómo les fue en Navidad y Año Nuevo? llamé para saludarles, pero nunca les encuentro. Qué lástima quería contarles si la pasaron bien y desearles que todos sus propósitos se cumplan este año. Siguen implacables las manecillas del reloj y aún no sé de ustedes, les mando muchos correos, pero nunca me responden, es posible que tengan muchas ocupaciones. Me digo, lo más probable es que se hayan tomado unas merecidas vacaciones.
Ayer me sucedió algo terrible y no tengo a quien contarle, les llamé, pero sólo escuché la contestadora. Me gustaría mucho poder contarles el gran problema que tengo, ahora ya sé que no es posible encontrarles, pero como ustedes decían yo siempre hago una tormenta en un vaso de agua, tal vez mis problemas no sean tan agobiantes como los que ustedes tienen. Hoy, uno de ustedes cumple años, he llamado varias veces, su esposa e hijos me dicen que aún no llega y que tiene mucho trabajo. Sólo quería decirle que le deseo lo mejor y que me gustaría seguir siendo parte de su vida por muchos años más. Recibo los whatsapp de todos ustedes con sus chistes muy graciosos, no sé si se enteraron, pero estuve unos días en el hospital, un dolor de cabeza, el doctor quiere hacerme unos de estudios para estar seguro, le dije que mala hierba nunca muere.
Aunque en el fondo siento una profunda tristeza ayer fue mi cumpleaños, comprendo que lo hayan olvidado, hace tiempo que no hablamos, esperaba que llamaran para decirme te estás poniendo viejito, pero sé que ustedes tienen mucho que hacer, el teléfono sonó, pero no era nadie de ustedes. Algo me funciona mal, es mi cabeza, el doctor dice que necesito quimioterapia antes de que avancé el problema, saldré adelante, confío en Dios, pero mi familia está muy preocupada. Ojalá tuvieran tiempo de llamarme, si me vieran ahora creo que no me reconocerían bajé de peso y casi he perdido mi pelo, quisiera poder verlos pronto…Ya nada, al fin ahora estoy descansando de todo, no más náuseas ni dolores, desde aquí puedo ver lo que hacen.
Por ahí escucharon mi nombre y al fin se enteraron lo trágico. Hoy visitaron mi tumba y me llevaron violetas, mis flores favoritas, estuvieron hablando con la lápida que lleva mi nombre mientras recordaban nuestras aventuras, los vi llorar, me hubiera gustado estar ahí para abrazarles, consolarles, limpiar sus lágrimas y decirles que yo estoy feliz, sólo me entristece saber que ustedes no lo están, y no es cierto lo que dicen, siempre fueron buenos amigos. Es indudable lo que dicen mientras aprietan esa foto cuando nos reuníamos en la esquina del barrio, cuántas cosas vivimos juntos y cuántas quisieran contarme. Se perdió la oportunidad, pero aun aprecio el tiempo en el que disfrutamos juntos. Quizás todo esto sucedió para que reaccionaran y comenzaran a vivir su vida sin preocuparse tanto por cosas que a la final no son tan importantes. Ahora les aguardaré en otro sitio, desde el cielo les estaré cuidando mis queridos amigos del alma porque dicen que la amistad es como el mar, se ve el principio, pero nunca el final. (O)