Encendamos la lámpara / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Se dice que el cerebro no es un simple vaso por llenar sino una preciosa lámpara por encender, la necesaria gimnasia cerebral en base al conocimiento para crear herramientas mentales que nos ayuden a evitar destruirnos emocional y biológicamente ha sido intencionalmente amputada de nuestra formación por esta “zooociedad moderna” que nos impulsa al yoísmo, egocentrismo y narcisismo salvaje.

Nuestro cerebro con una capacidad de almacenamiento de 280 trillones de bytes, es una maravilla avanzadísima de 100 mil millones de neuronas y en una fracción de segundo, más de 15 mil millones de neuronas pueden conectarse.

La mayor parte de nuestro comportamiento mental es una mezcla y combinación de procesos conscientes e inconscientes de un modo simbiótico y dinámico. El cerebro gestiona el 90% de todo cuanto hacemos sin ni siquiera enterarnos tanto despiertos como dormidos, cuando creemos que tenemos una idea, nuestro cerebro ya ha tenido esa idea. Algo en nuestra cabeza nos ayuda a orientarnos en las aventuras cotidianas de la vida moderna, algo que decide las cosas por nosotros antes de que las pensemos, es decir que siempre está en modo automático. Mucho de lo que hacemos nos dirige y nos permite transitar fácilmente por la vida, es nuestro cerebro inconsciente. Se ocupa de las rutinas cotidianas simultáneas, por eso podemos al mismo tiempo comer una galleta, bajar las gradas e ir leyendo la prensa. Mucho de lo que hacemos es inconsciente, las decisiones que tomamos casi se nos dictan, las cosas que creíamos eran conscientes cada vez son más pequeñas. En milisegundos el cerebro analiza datos muchos más complejos que cualquier decisión deliberada de nuestra mente consciente. A veces sólo somos una cadena de suposiciones ya que no hay ventanas en el cráneo, somos sólo un montón de señales electroquímicas que circulan por circuitos cuya información está supeditada a la memoria y la cognición, es decir que la inventamos, que es una simulación de la realidad, el mundo que nos rodea está allí, pero nosotros vivimos en el interior de nuestras mentes. La única parte en la que operamos activamente es donde centramos nuestra atención conscientemente o sea para cosas nuevas e importantes, y, aunque el cerebro pueda ocuparse hasta de 5 unidades de información simultáneamente, a una gran cantidad de porciones de nuestro alrededor las volvemos invisibles por prestar atención a algo en particular. Los circuitos automáticos del cerebro que pueden procesar 200 mil veces más datos que la mente consciente, tienen la última palabra para tomar decisiones triviales.

Cuando miramos algo, éste atraviesa nuestra pupila, llega a la retina y estos datos son encriptados en billones de impulsos nerviosos que corren por el nervio óptico y en 50 milisegundos llega al Tálamo, el “portero” de nuestro consciente. En una emergencia, por ejemplo, este Tálamo trasmite la imagen vista no sólo al córtex visual del cerebro sino simultáneamente a la amígdala cerebral, el “botón del pánico” de nuestro cerebro, e inmediatamente en 150 milisegundos nos ponemos en acción ante cualquier amenaza.

Más del 90% de nuestras acciones diarias se hacen inconscientemente por medio de un “piloto automático” que tenemos en el cerebro. El inconsciente determina también decisiones más importantes, como escoger a nuestra pareja o pilotar un auto. Engañar a nuestro propio cerebro es mucho más fácil de lo que pensamos. (O)

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