Entonces vino el negocio de las baratijas. 1492

Columnistas, Opinión

“Los españoles comenzaron a engolosinar a los indios con cascabeles, anillos, manillas de latón, agujas y alfileres, espejuelos y cuentas de vidrio de diversos colores, y a cambio obtenían una gran cantidad de perlas de las que los aborígenes se desprendían gustosos. Quince onzas de perlas – 425 gramos – las cambiaron por mercadería con un valor de apenas 200 maravedís” (p. 26 Espino) era una puchuela. Esto que ocurría en las costas de Venezuela con un tal Pedro Alonso Niño y Cristóbal Guerra que llegaron en el tercer viaje de Colón y se aventuraron por su cuenta a lo desconocido. Es de suponer que después fue una práctica de rutina.

La codicia entre los tripulantes de Colón surgió desde los tripulantes en el primer viaje: Se sabe que para un 21 de noviembre desertó del grupo Martín Alonso Pinzón: debió haberlo hecho con acompañantes que se propusieron buscar oro por su cuenta en las islas circunvecinas a La Española, animados por el engaño de un viejo nativo que relata Colón, les dijo que había islas “en las cuales nace muy mucho oro”, en otras donde todo era de oro, “y en las otras hay tanta cantidad que lo cogen y ciernen como en cedazos”. (P.24)

El caso es que los españoles empezaron a capturar nativos que secuestrados, les sirvieron para exigir rescate, y más adelante para esclavizarlos, venderlos, y a los que les interesaba a los conquistadores, convertirlos en intérpretes. A la inversa también hay el caso de los que fueron a parar e indianizarse en México y Guatemala, conforme lo narran los historiadores de Hernán Cortés. Otro ejemplo es el caso de españoles que querían desertar de  las calamidades de las huestes castellanas de Pizarro para juntarse con mujeres nativas, como con las capullanas en las costas peruanas de Tumbes.

Cuando empeoraron las cosas de la codicia y los nativos se dieron cuenta que los intrusos hacían sus desembarcos con la intención de quedarse, empezaron los nativos a organizarse para defender su patria. Entonces vino la justificación de la guerra y el sometimiento de la tierra conquistada para colonización, por lo cual, los Reyes Católicos empezaron a exigir su 20 % en toda ganancia aplicable a quienes se inscribían para viajar a Indias.

Se puede decir que hubo un proceso violento de maduración de trampas de la esclavitud ya aplicadas contra los moros en la llamada guerra de Reconquista. Por una parte, los empresarios que organizaban viajes con emigrantes a Indias venían con la idea de saquear pueblos, valiéndose inclusive del método de desembarcos furtivos, hasta de armarles guerras de conquista aliándose con los bandos políticos opositores a regímenes indígenas que se hallaban en el poder, tal el caso de México y el Perú, en este último, con los opositores al incario.

Los protagonistas de las conquistas tomaban prisioneros a los indios con dos fines básicos: uno, tenerlos como esclavos a su capricho y servicio; y dos, el de poder venderlos y negociar con ellos, a pesar de las prohibiciones de la ley. Esta práctica de vender indios junto con animales o por separado se mantuvo por ejemplo en Hambato colonial hasta el siglo XVIII; y la venta de haciendas con indios incluidos fue publicitada por nuestros periódicos hasta el siglo XX.

Los legisladores, es decir, la estructura colonial con los reyes, no querían venta de indios desarraigados de sus tierras nativas, como en el caso de la trata a africanos. Fueron más allá en su visión de convertirlos en tributarios mediante el sistema de mitas, obrajes, batanes y más inventos de sistemas de expoliación que los convirtieron en parias. Esta práctica está vigente por el sistema neocolonial. (O)

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