Entre la historia y la ficción. 2025

Frente a una pregunta que se me hace desde la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos: “Estimado Pedro, Soy catalogadora de la Biblioteca del Congreso (EE.UU.). Estoy catalogando su libro Cinco sitios para encontrarme con la muerte. Sé que su libro es ficción. Mi consulta es si Francisco González de Hevia es una persona ficticia. Gracias. Sra. Amy Puryear”. Frente a esto quiero reflexionar algunas consideraciones:
Primera: El folleto publicado en 2017, de apenas 48 pags que no sé cómo llegó a tan importante centro. Es una narración sobre un botánico que vino a la Real Audiencia de Quito por los años de 1789, debido a que el documento ubicado en el Archivo de Chimborazo, CCE, es un testamento del personaje que se quiso asegurar en salvar su investigación en nuestras selvas orientales, para advertir al Rey de España y a la burocracia de la Corte, que a falta de interés demostrados por autoridades de Quito y del virreynato de Santafé, se tomara en consideración que los árboles de canela de Canelos y Macas, eran superiores a los de Ceylán; y que esto daría mayor riqueza.
Segunda: La respuesta obvia que contesté a la catalogadora que tiene a su cargo lo de América Latina y el Sureste de Europa, era de que se trataba de un personaje de la realidad que yo lo había metido en una “narración ficcionalizada”, sustentándome en el espíritu del documento que tiene entrecomillados del testamento. Es el protagonista Francisco González de Hevia quien advierte cinco sitios en los que puede morir o le pueden matar a su regreso a España desde Riobamba, a su paso por Guayaquil, Lima, Chile el paso de la Patagonia, supuesto del cual se asegura con el escribano riobambeño don Francisco de Velasco y Vallejo. Su obsesión es que el documento de su investigación y un cofre con muestras de canela en polvo, tuviera un efecto convincente entre gente de ciencia de Europa, porque a los españoles les interesaba mayormente el oro.
Tercera: El folleto tiene como subtítulo Francisco González de Hevia promotor del País de la Canela. Pero la fuerza de lo real maravilloso es lo que ha dejado su huella y la duda de que se trata de una obra de ficción. El propio texto del testamento tiene el esquema de pensamiento más irreal que de documento formal que ahoga a muchas historias como si yo la hubiese re escrito la presente. Estamos ante un documento de esa América mágica, ante el cual el lector ingenuo y especializado en una frialdad del dato que exige el “especialista”, le hace ver como invención del escritor contemporáneo. Por eso es que mis escritos tienen este estilo mágico capturado de lo que me dictan el espíritu de mis calaveras resucitadas, a las que no puedo traicionarlas. Esto está en la mayoría de mi producción narrativa: “Para qué inventar cuando hay tanto que contar” es mi frase.
Es muy oportuno que se relea el discurso de incorporación a la Academia de Historia del colombiano don Germán Arciniegas en 1946 donde concluye que Novela e Historia se confunden en nuestro espíritu hispanoamericano: “No, el poeta no inventa, ni el historiador tampoco, lo que hacen uno y otro es componer e interpretar los elementos dispersos de la realidad… Lejos de ser la historia prosaica por su índole, es la realización y afirmación más brillante de toda la poesía actual… sin que necesite el poeta otra cosa que ojos para verla y alma para sentirla… ” (citado a Menéndez y Pelayo). (O)