ESCENARIOS TEMPORALES / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Encuestas, análisis y estadísticas, entre otras inferencias, reflexiones, tendencias, extrapolaciones, corazonadas, afectos e intolerancia, apetencias y aspiraciones, como tantas manifestaciones, acciones, trabajos y propuestas, serán, durante este primer mes del año, las que marquen el sinuoso sendero de la política nacional, en procura de consolidar candidaturas o eventualmente abandonarlas, si las circunstancias así lo ameritan.

Pero también, en procura de adoptar una postura equilibrada sobre la consulta popular que se aparte de la manía de circunscribirla como juzgamiento de gobierno, para enfocarse más bien en el detalle que, con altibajos, y seguida de presentaciones y advertencias en favor y en contra, se abre como un abanico de ilusiones y respuestas ante nuestros ojos, para que dilucidemos sobre lo que entendemos y queremos sea lo mejor para el país, y para nuestros intereses personales y familiares.

En este panorama no caben solo las elucubraciones. Teorías, reflexiones, resultados y consecuencias van de su mano, tanto como digresiones, desviaciones y vigilias.

Lo interesante, de la parafernalia que se ha montado, es, pensar e imaginar al ciudadano sufragante, en su medio, rodeado de imponderables, cuando no, de innumerables necesidades y temores; porque de aquellas y estos, dependerá -lamentablemente o no- su participación democrática y su expresión final en las urnas, en febrero próximo.

El eje sobre el cual girará todo ese bagaje acumulado de ofertas, promesas y planteamientos, es sin ninguna duda el elector, el ciudadano, el vecino. Dejar de pensar en él, olvidarnos de su existencia, sería no solo catastrófico sino inaudito. Un error inexcusable, en términos de afianzamiento y praxis democrático.

No obstante, esta realidad, las redes sociales, los noticieros y los informativos están ya plagados de cifras, gráficos, comparaciones y conclusiones anticipadas de los escenarios que, cada interesado construye y difunde para justificar su visión, su tendencia o su contrato.

Las diferencias abismales entre una y otra presentación estadística, encuesta, simulación o cosa parecida, terminan por anclarse -tempranamente- en el “margen de error” tal y como sucede con los peritajes que, generalmente finalizan dejando constancia de “s.e.u.o” para proteger sus conclusiones y poder revisarlas más adelante, de ser el caso. 

Pero hay que decirlo, esa temporalidad es insuficiente a la hora de la verdad. 

Esos datos primarios y tendencias tan disímiles, lejos de abonar en favor de la transparencia de la información, se cuelan como una forma expedita para dificultar a la comunidad la toma de decisiones. 

En ese ambiente es imposible pretender que el votante forme opinión certera con tan abundante y diferente relación estadística, por un lado y por otro, con una cadena interminable de justificaciones o reparos a las preguntas de la consulta.

¿Qué se busca en realidad?

Simplemente posicionar criterios. Fortalecer posturas políticas, cuyos resultados electorales faciliten luego, una posición frente al gobierno. Para unos cuantos, poco importa a quien se elija para la administración local de los territorios, importa más bien que tendencia lo asumirá. De esta manera se ejercerá desde la periferia, presión y amenaza, demanda y protesta.

Otros, más cicateros en sus apreciaciones, se ubican en una evidente y simplista evaluación: “Todo se resume a juzgar la actuación del Presidente”. 

Craso error de concepción y de opinión a mi juicio, sobre todo cuando va de por medio la legítima exigencia ciudadana sobre seguridad, reducción en la representación política, e institucionalidad. 

Más grave aún, pretender direccionar el ejercicio democrático a promover el señalamiento público y trasladar a un segundo plano, el deber ciudadano de elegir autoridades y resolver los temas de consulta. 

La comunidad nacional aspira a mejor seguridad, transparencia, oportunidad laboral y representación política legislativa.

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